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Pecados capitales.Gula
6 de Junio de 2009. 00:06 h.
—¡¡Debes irte!!!— grita Tomás—¡¡No soy dueño de mí!! ¡¡No soy dueño de mis actos!! ¡¡Ellos me…me…me… poseen y no puedo hacer nada!!
María lo mira incrédula, ve su cara deformada por el horror que cree ver a su alrededor.
—Le puedo ayudar padre…déjeme que le ayude…
Tomás se vuelve a ella llorando, dejándose caer sobre las rodillas.
—Nadie puede, no conseguí nada ordenándome sacerdote…
—Padre…déjeme que le ayude, Dios nos dirá cómo.
—Dios me ha abandonado…—dijo abatido entre lágrimas—¡¡Ellos me lo han dicho!!
—¿Quién son ellos?—preguntó María acercándose poco a poco a él.
—¡¡Sus siervos, sus seguidores, sus soldados!! ¡¡Los que llenan mi cabeza de esas imágenes!! ¡¡Los que me obligarán a cumplir el trato!!
María posó su cálida mano en su hombro y él se echó hacia atrás.
—¡¡No me toques!! ¡¡Aléjate de aquí!! ¡¡No quiero hacerte daño!!— gritó mientras se alejaba lo máximo posible de ella—¡¡Ellos me obligaran hacerte daño!! ¡¡Poseerán de nuevo mi cuerpo y te…te…!!
—Puedo ayudarle…—Tomás se quedó mirándola, sus ojos habían perdido toda cordura, estaban perdidos en el vacío y…parecía que habían perdido
¿humanidad?—Podemos luchar juntos padre, y Dios nos ayudará.
—Dios no pinta nada aquí— la voz del padre había cambiado siendo más potente, más gutural, como si aquel sonido no fuera de este mundo— solo estamos tú y yo…y bueno, el padre Tomás, aunque te aseguro que ahora mismo no puede hablar contigo, está llorando en un rincón de su mente intentando luchar contra mí.
—¿Quién eres?—preguntó María muerta de miedo.
—Soy el señor de Annabel, creo que la conoces, te susurraba al oído hace unos días—María recordó las voces en su cabeza, las obscenidades que le habían dicho hacer, las imágenes que le habían proyectado, los actos impuros que querían que hiciese
—¿Quién eres?—volvió a preguntar intentando borrar de su mente aquellas horribles imágenes que le habían proyectado.
—¿Y para qué quieres saberlo? ¿Acaso no lo imaginas?
—Estamos en…no puedes estar aquí…eres un demonio y esta es…esta es…
—La casa de Dios—le interrumpió— ya te he dicho que él no pinta nada aquí, esta nunca fue su casa, siempre fue la mía.
Aquel demonio que se ocultaba dentro de Tomás rió haciendo temblar la pequeña iglesia.
—¡¡María huye!!—era la verdadera voz de Tomás
María sorprendida por oírle de nuevo, se giró sobre sus pies obedeciendo y echó a correr hacía la puerta, mientras veía por encima de su hombro como Tomás caía desmayado y algo sobre el altar se materializaba entre humo amarillo.
Antes de que pudiera tocar el metálico pomo de la puerta, notó que tiraban de su pelo.
—¿Acaso crees poder escapar de mí?—fue lanzada por el pasillo que acababa de recorrer— No puedes salir de aquí a no ser que yo te deje…y eso no sucederá.
Ve, llena de terror, como se le aproxima el demonio ataviado con una armadura negra, de la que salen remolinos de fuego a su alrededor, su piel es de color bermellón, brillante, cubierta por extraños símbolos. Por detrás de él puede ver como se mueve una cola alargada terminada en una punta de flecha afilada. Posee también grandes alas de murciélago pero a diferencia de su piel, son negras como la noche, como la oscuridad, pero…¿ve rostros en ellas?...rostros agonizantes de dolor.
Tiene el cabello azabache y largo, ojos color amarillo…sin pupila, ojos que traspasan tu mente, que los notas dentro de ti hurgando en tu alma, buscando tus puntos débiles, mirando tus pecados, tus faltas…incluso tus virtudes; son ojos donde no existe humanidad y que hacen perder la razón. Su boca se contrae en una sonrisa diabólica, mostrando afilados dientes y largos colmillos saliendo de entre ellos una lengua larga y bífida, que recorre su labio superior.
María se arrastra hacia atrás aterrorizada sin poder dejar de mirar al demonio y confusa con las palabras que éste lanza, se da con el cuerpo inconsciente de Tomás.
—Por favor, padre, despierte…ayúdeme—le susurra.
El ser comienza a reír de nuevo.
—Él no te ayudará, debe pagar el pacto que hizo con Annabel, debe pagar el precio que se puso a su petición, pensaba que ordenándose sacerdote el pacto se rompería… ¡qué equivocado!
—¿Quién eres?
—¿Y por qué debería decírtelo, humana? Sólo te interesaría saber lo que haré contigo y qué papel juegas en todo esto, pero ni siquiera eso te lo diré…es más divertido que lo vayas descubriendo.
Con un movimiento de su mano el cuerpo inconsciente de Tomás se elevó en el aire, el demonio habla en un idioma olvidado por el hombre y los ojos del padre se abren, mostrándose amarillos.
8 de Octubre de 1997.
Era consciente del asco que producía a las personas de su alrededor, del asco que le producía a los hombres cuando le veían sudar sin parar con una simple caminata o cuando resoplaba al subir escaleras.
Siempre le había pasado, desde su más tierna infancia había sido un niño obeso, se habían reído de él en el colegio y había sido víctima de muchas bromas de mal gusto. Durante su adolescencia no le fue mejor puesto que ninguna chica quería salir con él o ser su amigo, veía su cara de repulsión cuando intentaba acercarse a ellas y luego las oía reír con sus amigas mientras le señalaban y sus bocas hacían esa palabra que odiaba: “gordo”. Por ello, todas las noches, cuando la casa estaba en un silencio absoluto, atracaba la nevera con gula y luego lloraba, lloraba sin parar hasta quedarse dormido.
Incluso a sus 28 años se daba cuenta que esa repulsión no había cambiado, incluso a las prostitutas les daba asco. Cuando contrataba sus servicios y le veían, ponían la misma cara de repulsión que sus antiguas compañeras de colegio, instituto o facultad, casi podía leer sus pensamientos donde aparecía la palabra “gordo”. Les daba asco tener que besarle, tener que tocarle porque sudaba sin parar por la obesidad y los nervios, tenía que pagar siempre algo más para que le hicieran una felación, no les gustaba nada tener que buscar su pene entre tanta carne…ese pene que se perdía y parecía más pequeño de lo que era realmente, además sabiendo el asco que daba…tardaba en ponerse erecto haciendo que la puta de turno se cabreara.
Tras la marcha de la prostituta, terminaba atacando a la nevera y comiendo todo lo que encontraba para después llorar como un niño durante horas.
Se odiaba.
31 de Octubre de 1997.
Se sentía desdichado, aunque tenía una posición privilegiada en la empresa, era consciente que tanto a sus compañeros más cercanos, a sus subordinados, a sus jefes y a sus clientes, les daba asco tener que relacionarse con él.
Nunca había tenido una comida de negocios, todos intentaba tener una reunión en la oficina rápida y marchar cuanto antes sin tener que estar cerca de él. Los veía marchar riéndose de lo que sudaba, de lo torpes que eran sus movimientos y de lo reforzada que estaba su silla para aguantarle.
—¡Hola!—una voz sensual saludó desde la puerta—Tenemos una reunión, soy aspirante al puesto de secretaria.
Tomás giró su silla para encontrarse con una mujer que le quitaría la respiración a cualquiera, poseía una larga melena rojiza que caía sobre su espalda, unas largas piernas que se acentuaban con el zapato de tacón, una cintura fina resaltada con una falda de talle alto ajustada perfectamente a sus caderas, unos pechos pequeños y turgentes que asomaban tímidamente por un escote que sugería más que enseñaba.
Le hizo tomar asiento, se quedó embelesado observando como aquel cuerpo perfecto movía el aire de su alrededor y sin saber por qué, se puso nervioso.
Le hizo las preguntas de rigor de la entrevista, ojeó su curriculum, y le dio el puesto, lo tenía desde que entró en su oficina, le había hechizado. Cuando le dio la mano para despedirse, se perdió en la suavidad de aquella piel y en la dulzura y sensualidad de su voz cuando se despedía.
6 de Junio de 1709.
—Ya casi está la última piedra.
Pablo miró al párroco, éste sonreía satisfecho mientras observaba como era colocada la piedra que actuaría como altar, la parte más importante de la que iba a ser su iglesia.
—¿Cuánto tardamos en encontrar el lugar exacto?
—Más de lo que hemos tardado en levantarla—comentó abatido Pablo.
—Nuestro señor estará orgulloso.
Se oyó el grito de júbilo de los obreros, la iglesia estaba acabada.
—Cuando será…
—Esta noche—le interrumpió el párroco mientras se alejaba de él para entrar en la iglesia terminada—Espero verte.
5 de Mayo de 1998.
—¡Buenos días Tomás!—le tuteaba y le encantaba—Tiene los papeles para la reunión sobre su mesa y le he traído un café con una magdalena de chocolate como le gusta.
Una sonrisa, todas las mañana le dedicaba una sonrisa, era la primera mujer en…¡en toda su vida! a la que no creaba repulsión y era la primera mujer en mucho tiempo que le hacía sentirse feliz por las mañanas. Se estaba enamorando pero no quería fastidiarla porque seguramente ella sólo era agradable por ser su jefe.
Se sentaba en su silla y se pasaba horas observándola a través de los cristales de su oficina, sabiendo que ella no podía verle. Le encantaba con el candor que se movía, le encantaba como se colocaba delicadamente su melena hacía atrás dejando ver su largo cuello, le encantaba observarla mientras bebía, mientras comía, mientras hablaba con el resto de empleados…sí, se estaba enamorando.
20 de Julio de 1998.
—Hoy se lo pediré—se decía Tomás frente al espejo—lleva trabajando conmigo dos años, no tiene pareja, ha declinado invitaciones de muchos en la oficina y no ha mostrado repulsión hacía mi persona, creo que le gusto…
—No, te equivocas—le respondía su reflejo—Sólo es agradable con el gordo.
—Esta vez te equivocas tú, estoy seguro que no solo es cortesía, que le gusto de verdad.
—Sabes bien que te rechazará porque en el fondo le creas esa repulsión que observas en los ojos de todos, esa repulsión que has creado en todas las mujeres…
—¡¡CÁLLATE!!
Sonó el timbre de la puerta y fue abrir a la prostituta que había contratado, volvió a ver aquella mirada de repulsión, pero no le importaba, era una prostituta joven con el cabello rojizo y lo más parecida a ella que podría ser.
La tomó como si fuera ella, como si fueran sus labios los que besaba, como si fueran sus pechos los que lamía, como si fuera su sexo el que acariciaba, como si fuera ella la que tomaba su pene entre sus labios…era una ilusión, pero le gustaba.
5 de junio de 1999. 08:06 h.
—¡Buenos días Tomás!
—¡Buenos días Annabel!—ella le había regalado una sonrisa.
—Hoy es su cumpleaños, ¿no?—le comentó mientras tomaba asiento, él afirmó—¿qué le parece si cenamos los dos juntos?—Tomás abrió sus ojos desmesuradamente, ¿estaba invitándole?, era imposible, su cabeza le jugaba una mala pasada, una mujer tan hermosa no podía fijarse en un gordo como él—He observado estos años que pasa sus cumpleaños solo y me gustaría que este fuera especial.
—¿Estás…estás…—como odiaba tartamudear, como si no fuera bastante ser
gordo—…estás segura?
Annabel rió a carcajadas.
—Pues claro, soy yo la que le está invitando, ¿no?—dio la vuelta al escritorio para acercarse a él—Tú prepara la cena y esta noche iré a tu casa para celebrarlo.
Le dio un tímido beso en la mejilla y salió del despacho.
5 de Junio de 1999. 21:06 h.
Llamó a una empresa de catering que le llevó la comida a casa, pudo observar en la cara de los repartidores la repulsión, esa repulsión que le hacía sentirse tan mal y llegó a pensar en atacar la comida cuando se fueran pero esta vez era diferente, Annabel vendría a cenar a su casa.
—Es una broma—le dijo su cerebro—no va aparecer, habrá quedado con las demás chicas de la oficina para reírse del gordo, sabes que no aparecerá.
—Vendrá estoy seguro.
—No te hagas ilusiones, terminarás cenando solo, atacando a la comida como si ella pudiera calmar el dolor de tu alma, como si ella pudiera llenar el vacío que te produce estar solo, no tener amigos. Terminarás llamando a una puta para que te la mame y cuando se vaya, volverás a llorar como un niño, deseando la muerte. Acariciando la idea del suicidio pero eres tan cobarde que no tienes huevos ni para matarte. ¡¡¡Sólo eres un gordo del que se reirán!!!
El timbre, se acercó con miedo porque sabía que si no era ella, su cerebro tendría razón y se sentiría peor que nunca, se odiaría y seguramente esta vez sería capaz de volarse la tapa de los sesos.
5 de Junio de 1999. 22:06 h.
La velada fue perfecta, no se lanzó sobre la comida como un animal hambriento, como había hecho tantas veces. No esta vez lo único que quería era retener en su mente todos sus movimientos, toda su conversación, sus gestos, su forma de mirarle…sin repulsión.
Por primera vez estaba cenando con una mujer que no le tenía repulsión y se sentía bien.
Tras la cena se sentaron a tomar una copa en el sofá y siguieron con una charla insulsa. Él no pudo dejar de contemplarla, no dejo de recorrer su cuerpo una y otra vez, la deseaba.
Deseaba recorrer con su lengua aquel cuerpo perfecto, deseaba saborear sus labios, sus pechos, su sexo, deseaba oírla gritar y jadear de placer, ver como su cuerpo su estremecía de placer al introducirse dentro de ella o ver como llegaba al orgasmo. Deseaba sentirse dentro de ella, hacer realidad la fantasía que había experimentado con las prostitutas.
6 de Junio de 1909.
Un agónico grito sube desde los sótanos de la iglesia.
—Traer a la joven al ritual.
Uno de los caballeros envuelto en una túnica oscura baja los escalones para ir en busca de la joven que será sacrificada en el ritual.
El resto de hombres eleva los cánticos y el portal por donde entrara el señor de la iglesia se abre.
—Señor—el cura se postra ante Beelzebub—la hemos encontrado.
Beelzebub es ayudado ha despojarse de su armadura. Los gritos y lloros de súplica de la joven invaden la pequeña iglesia. Las estatuas de santos que la adornan no dejan de llorar sangre.
La joven es colocada en el altar y atada a él, no deja de suplicar ayuda, le grita al cura y a Isaac, son los dos que conoce, las dos personas en las que ha confiado siempre y aún así no le ayudan. Uno de los otros le quita sus ropas, entonces lo ve y grita de miedo, su pelo se encanece.
Beelzebub la huele, lame sus lágrimas, sube al altar y posee a la joven entre gritos.
Los cánticos se elevan.
—No es ella, no es la que buscamos—dice mientras baja del altar.
—Pero mi Señor—balbucea el cura—todo apuntaba a que era ella, es pura, dulce, se mantiene virgen...
—Te equivocas, uno de tus soldados la ha desvirgado antes que yo.
Un caballero echa a correr y antes de llegar a la puerta se consume entre llamas.
—Mi Señor no volverá a ocurrir—se disculpa el párroco, bajando su cabeza avergonzado.
—Todo apunta que no será en este siglo—comenta Beelzebub mientras se viste—y que no seréis vosotros quien la encuentre...sólo un párroco que haga un trato conmigo la encontrará.
6 de Junio de 1999. 0:06 h.
—Tomás—se acercó más a él y le acarició el rostro con su delicada mano—¿me deseas?
Se quedó paralizado de miedo, no creía lo que sus oídos habían escuchado, jamás pensó que de aquellos sensuales labios podrían salir esas palabras.
—Sí—dijo en un temeroso susurro
Se acercó a él y posó sus labios sobre los suyos, le besó apasionadamente, buscó su lengua con la suya, le besó con tal pasión que él quiso llorar. Tímidamente acercó sus temblorosas manos a su cintura para acercarla más, para sentir el calor de su cuerpo sobre el suyo.
Acercó sus manos a sus piernas para recorrerlas, para sentir la suavidad de aquella aterciopelada piel, subía con miedo a que ella no le dejara hacer, a que ella se negara pero no encontró oposición a sus caricias y se aventuró a seguir recorriendo aquel cuerpo que le atraía.
—¿Me deseas?—volvió a preguntarle.
—Sí.—Contestó loco de deseo mientras abría su blusa para observar sus pechos turgentes, para recorrerlos sobre el sujetador de encaje que llevaba, para buscarlos con caricias nerviosas, para liberarlos de aquella de prisión y lamerlos, jugar con su lengua sobre los pezones y notar cómo se endurecían bajo su lengua. Recorrió sus pechos y subió por su cuello, lo besó como si le fuera la vida en ello, como si fuera la fuente de la vida.—Te deseo desde que entraste en mi despacho—le dijo mirándole a los ojos…ojos ¿amarillos?… ¿o era de nuevo su cerebro que quería jugar con él?—Te deseo tanto que he fantaseado con este momento muchas veces, he buscado a las putas que más se te parecieran para imaginar que eras tú…
Annabel sonrió diabólicamente.
—¿Cuánto estarías dispuesto a pagar por mí?—le dijo bajando su mano hacía su pene, tomándolo delicadamente, liberándolo de la prisión de los calzoncillos, haciendo que él suspirara de placer—¿Pagarías con tu alma poseerme?, ¿pagarías con tu alma poseer a las mujeres que quisieras?
Tomás notaba la mano sobre su pene erecto subir y bajar, notaba como una descarga eléctrica recorría su cuerpo, no pensaba en las palabras que escuchaba, sólo pensaba en el placer que Annabel le estaba haciendo sentir, un placer que no había sentido con ninguna prostituta.
—Sí…pagaría con mi alma porque este placer no acabara—contestó entre jadeos.
—¿Estás seguro?—preguntó mientras bajaba para tomar entre sus labios su pene.
—Sí, te daría mi alma para poseerte, para poder hacerte mía todas las noches, para recrear en ti todas mis fantasías, para poder poseer a todas las mujeres que quisiera si eso hace que pueda poseerte…
Annabel jugó con su lengua sobre su glande arrancándole jadeos de placer.
—Que así sea, tu alma me pertenece.
6 de Junio de 2004. 0:06 h.
Tomás había olvidado a Annabel, apenas tenía unos recuerdos nítidos sobre ella o sobre aquella noche…su cerebro le jugaba malas pasadas cambiándolos o creándole horribles pesadillas cada vez que intentaba recordar la cena.
Apenas recordaba la charla vacía que habían tenido, apenas recordaba la música que había puesto para hablar con ella…, únicamente recordaba sus caricias, esas que habían sido tan diferentes de las caricias de las prostitutas, esas que le habían hecho sentir mil cosas a la vez, esas que le habían hecho sentirse el señor de todo, esas caricias cuando se había montado sobre él…¿había visto unas alas en su espalda?, ¿sus ojos habían pasado de un color verde a uno amarillo?
No, no podía ser, eso pertenecía a los juegos de su cerebro, a las pesadillas que aparecían en sus noches.
Lo que sí sabía era que había un antes y un después de aquella noche.
Las mujeres le deseaban, ¿acaso no le preguntó ella si quería que le desearan?, con solo mirar a una mujer, ésta se sentía irremediablemente atraída por él y lo más sorprendente era que no había repulsión en sus miradas, no rechazaban sus invitaciones, ni siquiera rechazaban tener sexo con él.
Incluso su metabolismo había cambiado. Comía la misma cantidad pero sin dejarse llevar por la gula en las noches, sin embargo no engordaba, contra todo pronóstico perdía peso rápidamente y hacía que las mujeres se acercaran a él aún más.
Pero apenas recordaba a Annabel, incluso en la oficina la gente no recordaba que hubiera trabajado, pensaban que él se lo había inventado y dudaba, dudaba si todo aquello no había sido más que un juego de su cerebro.
Y de repente apareció.
Estaba en la puerta de su piso tan sexy y sensual como en sus pesadillas.
—Te ves bien Tomás—le dijo deslizándose en el interior de su piso, moviendo cadenciosamente el aire de sus caderas—Veo que nuestro trato te ha sentado bien.
—¿Trato?
—¡Vamos!—exclamó abrazándose a él—¿No me digas que has olvidado nuestra noche?, ¿o acaso no quieres recordarla?
La apartó de él bruscamente, una sensación de repulsión y miedo se había apoderado de él, se dirigió al mini-bar para servirse un whisky mientras ella se reclinaba en el sofá.
—Si soy sincero, apenas me acuerdo de esa noche o de ti…lo siento.
—¡Qué caballero!—rió—No hace falta que seas tan educado conmigo, aquella noche precisamente no lo fuiste, además sólo vengo por negocios.
—Ya te he dicho que apenas recuerdo nada…no creo que tengamos ningún negocio juntos.
—¡¡No intentes jugar conmigo!!—dijo levantándose, sus ojos, como en las pesadillas, habían pasado de verdes a amarillos—Sé lo de tus pesadillas, sé que te recrean la noche de nuestro trato, sé que en ellas aparezco con mi verdadera forma y sé que te asusta pensar en ello, ni siquiera lo analizas, porque bien sabes el trato que hiciste y a cambio de qué.
—Yo…yo…no…no…—tartamudeaba de nuevo, hacía cinco años que no le pasaba, desde la noche del trato—era consciente.
—Eras muy consciente del trato, no pretendas escapar a él, no podrás huir. Tienes cinco años más antes de que mi Señor venga a cobrarlo.
6 de Junio de 2009.
Tomás se acerca al altar y quita todos los aparejos de la liturgia de la iglesia, toma un hábito oscuro que hay escondido tras el sagrario, desaparece en la capilla y sale con un libro del que comienza a leer en una lengua antigua que María no reconoce.
El demonio la mira con lascivia mientras se deshace de su armadura, dejándola caer con un golpe seco sobre el suelo de la iglesia. María suplica ayuda a Tomás que ni la mira y sigue recitando unos versos antiguos, llora sin cesar, sus lágrimas le abrasan las mejillas; intenta buscar una salida de la iglesia pero sabe que el demonio la atrapará antes de que pudiera llegar a cualquier salida, si la hubiera.
—Padre Nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre...
—Estúpida humana— el demonio se deshace de la última pieza de su armadura y deja ver un pene doble afilado—él no te ayudara, Dios no te ayudara, no tiene cabida en mi templo—María le mira horrorizada sin dejar de llorar, sin dejar de suplicar a Tomás que le ayude—Muchas me han sido ofrecidas pensando que eran las elegidas y muchas han llorado cuando me han visto, cuando las he poseído, cuando se han convertido en mis siervas o en parte de mis ejércitos.
“Yo soy Beelzebub, demonio de la gula, el demonio que poseerá tu cuerpo y tu alma, el que será tu dueño como soy de Tomás, te postrarás ante mí, me obedecerás, serás parte de mi harén, serás la madre de mi hijo; la madre del hijo del demonio, el que traerá el caos a la Tierra, el que llenará los corazones de oscuridad y tinieblas, el que hará temblar a los hombres.”
Se acercó a ella haciéndola retroceder hasta caer.
—Tomás…por favor ayúdame…te lo suplico—lloraba sin descanso, las lágrimas abrasaban sus mejillas—Padre, por favor, soy una de su rebaño…¡¡escúcheme!!
Beelzebub volvió a reír.
—No te escuchará, está pagando el pacto que hizo con Annabel, estaba escrito que él viniera aquí, que él te encontrara, que encontrara a la que iba a traer de nuevo a Dios a la Tierra para que nosotros no caminásemos en ella—Acercó su rostro al de ella, le echó el ardiente aliento, la olfateo, lamió sus lágrimas—Sí, tú eres la elegida, hueles y sabes a pureza y santidad, tanto tiempo buscándote y al fin eres nuestra.
La empujó sobre el frío suelo mientras reía. María retrocedía, andaba a gatas sin dejar de buscar un lugar donde esconderse hasta que noto como algo tiraba de su tobillo izquierdo y la acercaba al demonio.
Éste le había atrapado, le inmovilizó los brazos por encima de su cabeza con su cola mientras sus manos hacían jirones sus ropas y su bífida lengua recorría su cuerpo.
María comenzó a gritar de nuevo al párroco que seguía recitando junto al altar, quería llegar a esa parte dónde podría estar escondido el verdadero cura, su amigo, en el que había confiado desde que llegara al pueblo.
—¡¡Por favor padre!! ¡¡Escúcheme!! ¡¡Luche y ayúdame!!
Sentía como el demonio recorría su cuerpo con sus grandes manos, como tomaba sus pechos entre ellas y los estrujaba con crueldad, arrancándole alaridos de dolor. Sentía como la bífida lengua lamía su cuello para bajar a sus pechos y lamer sus pezones que se ponían erectos al contacto.
Sintió como los dedos de aquel demonio invadían su intimidad, se introducían en su vagina con violencia y se movían dentro de ella.
—¡¡Nooo!! ¡¡Por favor, déjame ir!!
El demonio ni siquiera la miraba, seguía recorriendo su cuerpo como si realmente le perteneciera. Reforzó aún más la sujeción de sus brazos, haciendo que el dolor recorriera todo el cuerpo de María.
Bajo lamiendo su vientre hasta que llegó a su vagina donde comenzó a dar lametones lánguidos recorriéndola despacio, casi llegando a su ano; volvió a subir para alcanzar su clítoris y jugar con él.
—¡¡Tomás por favor!!— María lloraba y súplicaba muerta de miedo y vergüenza por lo que el demonio le estaba haciendo—¡¡Ayúdeme padre!!...¡¡Confiaba en usted!!
—Veo que mis caricias no hacen que te calles— dijo irritado mientras se incorporaba y la elevaba del suelo— Tomás, ven aquí.—Tomás dejó los rezos y se acercó a su señor—Veamos si eres capaz de gritar y suplicar ahora.
Beelzebub obligó a María arrodillarse frente a Tomás que se había despojado de la túnica y sus ropajes, la tomó del cabello y con fuerza, introdujo su pene en su boca. El demonio, la tomó por las caderas y le introdujo su doble pene por su vagina y su ano, haciendo que María se retorciera de dolor y ahogara un grito.
Beelzebub se movía dentro de ella con violencia, tomaba sus pechos con sus grandes manos y clavaba sus largas uñas. María escuchaba horrorizada como era insultada y como jadeaban el párroco y el demonio.
—María...María...—era Tomás, el verdadero Tomás, era su dulce voz, ¡podría ayudarla! ¡todo terminaría!— lo siento...siento...¿podrás perdonarme?—María quería gritarle pero Tomás no dejaba de meter y sacar su pene de su boca, ¿por qué no la ayudaba?— No sabes el tiempo que he esperado para hacer esto.
María comenzó a llorar de nuevo de desesperación...no era Tomás, era su voz pero él jamás le haría esto, él la ayudaría a huir. Escuchó como el demonio reía.
—¿Pensabas que tu querido cura te ayudaría?—le dijo moviéndose con más rapidez dentro de ella—Él te ha querido poseer desde que te vio cuando llegó aquí, soñaba con desvirgarte—apretó tanto sus pechos que María pensaba que se los iba arrancar—Él mismo cambió el trato, su alma por la tuya, pero no sabía lo importante que podrías llegar a ser.
El demonio y Tomás aceleraron sus movimientos.
Tomás llenó de semen la boca de María, haciendo que está casi se ahogara.
El demonio se corrió en su ano y su vagina quemándola internamente.
Tomás cayó exhausto delante de ella y la miró a los ojos.
—¿Podrás perdonarme?
El demonio la levantó por sus brazos.
—Termina el ritual— le dijo a Tomás— debemos ir a casa, pronto llegará mi hijo.
María, exhausta y horrorizada, ve como su vientre se hincha.
La imagen que ilustra este relato pertenece a Marta Dahlig
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