Pecados capitales.Ángeles


Lucifer apareció en el conocido monte donde fue crucificado aquel hombre al que llamaban hijo de Dios.
Miró la ciudad, altivo, soberbio, despreciando los mortales que discutían bajo su mirada, ambicioso por las almas que se corromperían frente a sus generales y sus huestes. Se giró para volver a ver el lugar exacto donde se puso aquella cruz que durante milenios acompañó a las personas de fe.
Volvió aparecer frente a él, imponente, llena de su sangre, con el cuerpo agonizando y aquella mirada perdonando a los que le condenaban, aquella mirada que se alzaba al cielo y pedía perdón por los que le estaban matando para luego posarse sobre él, haciéndole recordar su plática en el desierto, sonriéndole, haciéndole ver que no había ganado y que la humanidad tenía perdón.
—¿Merece la pena?
Su pregunta se perdió en el primer trueno que sonó, el cielo se oscurecía, los mortales corrían para salvar sus pobres vidas, un terremoto asolaba la tierra, la ira de Dios caía sobre ellos.
—¿Merece la pena morir por estas gentes?—gritó de nuevo y de nuevo su voz se perdió con un trueno—¿Por qué no me permites que él conteste? ¿Acaso temes la respuesta que me pueda dar? ¿Acaso temes que no quiera sacrificarse por ellos?
Como respuesta, truenos rompiendo la Tierra, relámpagos cayendo amenazantes a su alrededor y ver como aquel hijo moría.
—¿Así luchas conmigo?, ¿sacrificando al que dicen es tu hijo?
Silencio.
Sacudió la cabeza para espantar los fantasmas del pasado.
—¡Hola!
Una dulce voz le hizo girarse, delante de él había una niña de cabellos dorados y grandes ojos azules, piel color nácar, labios finos que se curvaban en una sincera sonrisa, una figura pequeña perfilada por una extraña luz.
—¿Por qué te escondes bajo esa apariencia?
—Bien sabes, amigo mío, que a los serafines no nos está permitido mostrar nuestra verdadera imagen, sólo Él puede verla.
—¿Aún me llamas amigo?
—¿No lo eres?
—Luchamos en bandos distintos ahora, tú intentas salvarlos…yo condenarlos— Lucifer señaló la ciudad — Siguen siendo sus favoritos, una y otra vez les da oportunidades para salvarles, una y otra vez esos estúpidos caen en las tentaciones que mis demonios les ponen delante de sus narices, se dejan engatusar por mis súcubos, se dejan caer por sus más bajos instintos y Él sigue perdonándolos…sigue dándoles oportunidades vacías de sentido puesto que yo sé — se giró para volver a mirar al serafín— y tú también lo sabes, que no tienen derecho a ser perdonados.
“Son crueles, lujuriosos, ambiciosos y únicamente rezan cuando se ven perdidos, sólo acuden a Él cuando me ven a MÍ ante sus ojos, cuando saben que caerán en el castigo merecido, cuando saben que sólo pidiendo el Perdón, renegando de todo lo que han hecho, arrepintiéndose sinceramente de todos sus pecados…¡¡ÉL!!, Él les perdonara y les dejará entrar en su reino.”
El serafín se sentó sobre una roca, colocó su túnica con cuidado, se apartó unos cabellos rebeldes y sonrió a Lucifer.
—Siempre les odiaste —habló con calma — aún sin entender de donde te vino ese odio, Él siempre te amo, fuiste al que más quiso, fuiste el más bello de su creación y…caíste, te dejaste atrapar precisamente por todos los sentimientos que odias en ellos—Lucifer frunció el ceño, mostró sus colmillos como un perro rabioso, le molestaba que le compararan con la humanidad, ¿en qué se parecía a esos débiles?—Alimentas tu Reino con ellos — prosiguió el serafín — es cierto que muchos no pueden ser salvados, por eso caen en tus dominios y Él, aunque no lo creas, sufre por tí, no por las almas que puedes arrebatarle, que son pocas, si no por tí. Porque ve que no eres feliz, porque sigues sin entender porque te amaba, su amor hacía ellos, porque sigues sin entender su obra.
— ¿Su obra?—Lucifer rió haciendo que la tierra temblara bajo sus pies—¿Cuál ha sido su obra?, ¿salvarles de mí?, ¿sacrificar a un humano al que hizo creer que era su hijo?
—Hablas con desdén, hablas con la soberbia que te corrompió, hablas sin entender…estos años no te han enseñado nada.—el serafín se bajó de un leve salto de la roca y se dirigió andando perezosamente a Lucifer— Amigo, debes mirarlos sin soberbia, sin mirar por encima de ellos, debes verlos como Él los ve y podrás amarlos…y seguramente amarte a ti mismo y ser feliz.
El serafín tomo su mano entre las suyas pero Lucifer le apartó.
—¿Intentas engatusarme?
El serafín rió llenando con aquel mágico sonido el lugar, haciendo crecer verde hierba, florecer pequeñas flores, haciendo que las gentes que se encontraban cerca sintieran el perdón en su corazón.
—¿A qué tienes miedo Lucifer?
—Bien sabes que a nada
—¿Seguro? Porque yo veo miedo en tus ojos, veo miedo en tus palabras y veo miedo en tus actos por eso has mandado a tus demonios a recolectar almas.
Lucifer le miraba, sus palabras eran ciertas, tenía miedo a lo que Él le había dicho en su caída:
“—desaparecerás de la memoria de los hombres y tu espíritu se desvanecerá en la Nada”.(Pecados capitales. Prólogo)
—Y si tuviera miedo, ¿qué?—le dijo mirando desafiante—¿Él va a venir en mi ayuda?, ¿acaso te ha enviado a que me ayudes?¿Perdonará mi caída, al igual que a ellos les ha perdonado siempre?
—Sigues envidiándoles, sigues envidiando que Él les ame.
—No, no es eso, nunca les envidié pero nunca entendí que a ellos les perdonara todas sus faltas y en cambio a mí… dejó que me condenara.
Me dejó vagar por la Tierra como un moribundo, como el ángel caído que soy, me dejó pasar penurias, llorar las lágrimas amargas que ellos tienen, sentir el mismo miedo que ellos a la oscuridad y al no saber lo que sucederá mañana, dejó que la ira y la violencia se posaran en mi corazón, dejó que la lujuria me invadiera y poseyera a Lilim, naciendo así mis hijos y convirtiéndose ella en lo que hoy es.
Para mí no había perdón, para mí no había ninguna salvación, no había un sacrificio de un hijo, para mí no había nada y para ellos todo.
—Hablas con demasiado desprecio hacia Él y hacia ellos, no puedes tener su perdón y lo sabes, cometiste la mayor de las faltas…
—¿Cuál?—gritó—¿Qué falta tan grande cometí?, ¿tener dudas?, ¿cuestionarme sus actos?, ¿perder la fe que tenía depositada en Él?...¿QUÉ?
El cielo rugió con aquel grito, los truenos llenaron el cielo y de nuevo, como varios milenios atrás, los relámpagos rodearon a Lucifer.
—Él nos ha oído…no debería haber venido…ahora seré castigado…
—¡¡No!! ¡¡No puedes irte ahora Daszëlh!!
Daszëlh desapareció entre un gran haz de luz.
Lucifer se dejó caer abatido en el suelo, aún rodeado por los relámpagos.
—¡¡MÁTAME!! ¡¡ACABA CONMIGO!! ¿¿ACASO NO ES LO QUE QUIERES, QUÉ DESAPAREZCA??— brotaron amargas lágrimas de sus ojos quemando sus rojas mejillas— Acaba con esto de una vez—susurró—acaba con el sufrimiento que hay encerrado en mi corazón…¡¡SI TAN PODEROSO ERES, ACABA CON MI REINO, ACABA CON MI OBRA...ACABA CONMIGO!!—truenos—¡¡HAZLO AHORA!!
Lilim se acercó sigilosa a su señor.
—Vamos Lucifer, no sigas con esta tortura—le ayudó a levantarse del suelo—debemos volver a nuestro reino, tus generales te esperan, las almas que son tuyas y te pertenecen por derecho, esperan su castigo…ven conmigo y olvídale a Él.
Lucifer la miró derrotado, la amaba y eso le hacía sentir aún peor, eran sentimientos humanos y se odiaba por ello, se volvía débil igual que los humanos.