Amante

—¡Vamos, deprisa!—Apremia a su amante—¡Ella volverá en seguida!

Él se despoja de sus ropas mientras la observa, le encanta que sea perversa que le llame cuando sabe que su mujer se ha ido. Siempre dispuesta a realizar las posturas que la estirada de su mujer no quiere porque dice que es de “mujerzuelas”.

Disfruta mirando su pelo rojo, sus labios carnosos, sus ojos verdes, su plano vientre, sus largas y torneadas piernas, sus voluptuosos y firmes pechos.

—Eres una granuja—le dice acercándose a ella—siempre me metes en estos líos cuando ella se va y sabes que no sé decirte que no.

La coge por el tobillo para ir acercándola a él, ella sabe que le gusta que sea sumisa y dejarle hacer. Él acaricia levemente su pierna, subiendo y bajando su mano, sintiendo la suavidad de su blanca piel, recorre su pequeño pie haciéndole cosquillas. Acerca su boca y lame levemente la planta, sube despacio hasta sus dedos y los chupa con gusto, haciendo que su excitación aumente.

—Me fascina esa sonrisa tuya tan pícara, haciéndote la inocente e ingenua, como si no supieras lo que fuésemos hacer…como si no supieras lo que te voy hacer.

Ella sigue dejándose hacer mientras él la recorre con su lengua, mientras sus manos acarician sus pechos, jugando con sus pezones, mientras siente como le lame entre sus piernas...

La toma de las muñecas y coloca sus brazos por encima de su cabeza con fuerza, la besa apasionadamente, jugando con la lengua en sus labios, se los muerde levemente. Acaricia su rostro, su cuello, sus pechos, su cintura…y la gira con violencia para introducirle su pene por el ano.

—Lo siento mi putita —le susurra al oído— hoy tenemos prisa y no me apetece ser gentil.

Comienza a moverse dentro de ella con ímpetu, tomándole primero de los pechos hundiendo sus dedos en ellos, dejándole marca, y luego la toma del pelo como si fueran las riendas de una montura.

—Te gusta así ¿verdad zorra? Te gusta que sea violento, te pone, hace que te excites más.

Sus movimientos son cada vez más rápidos y violentos.

—Me voy a correr en tu culo…en tu hermoso culo ¿no te pone?

La última e se alarga con el éxtasis del orgasmo, suelta su pelo y descansa su cabeza sobre su espalda, la besa dulcemente. Se aparta de su lado para vestirse.

—Eres la mejor— le dice mientras se sube la bragueta— es una lástima que no pueda disfrutar tanto de ti como yo quisiera.

Se acerca a ella y la besa con ternura.

—Es hora de que vuelvas a tu escondite.

Toma la caja de madera donde ella venía y la esconde en el armario, en ese lugar secreto que le pidió al carpintero que le hiciera para ella y del que su mujer no sabe nada.

—Adiós mi amor—le dice acariciando su piel de látex.