Devórame

¿Sabes lo que quiero?
¡Qué me comas!
Que me comas la boca
Que me comas el cuello
Que me comas las tetas
Que me comas el vientre
Que me comas el coño
Que me comas los muslos 
¡Qué me comas entera!
Que devores mi deseo con tu boca
Que devores mi lujuria con tu sexo
Que devores mi alma

Devórame y hazme una con tu hambre



Dibujo de Egon Schiele

Hermanita

Imagen tomada de la red

—Gírate mientras te quitas el jersey, hermanita.
Sumisa, perdiendo la mirada en el suelo, muerta de vergüenza, toma con sus manos la parte de abajo del jersey y comienza a quitárselo, mientras se gira para ponerse frente a él.
—Ahora quiero que te quites los leotardos.
Le mira un instante, no le gusta hacer esto, sabe que no está bien, quiere que le diga que era una broma y que puede parar…pero le ve el bulto de los pantalones. Se agacha para desabrochar los zapatos del colegio y se empieza a quitar los leotardos, intentando no subir mucho la falda para que él no le vea las braguitas que lleva.
—No, no hermanita — le dice mientras se levanta del sillón — bien sabes que estás haciendo trampas —Se sitúa detrás de ella, le huele el pelo y le desata el lazo que sujeta una coleta — Me gusta ver tus braguitas blancas de algodón y sé que llevas las del corazoncito.
Vuelve a olerla y le acaricia levemente el cuello, haciendo que se estremezca.
—Por favor…
—Ssshh, sabes que no me gusta que hables.
Sus manos comienzan a desabrochar la blusa blanca que lleva y se la quita despacio, le acaricia entre sus senos, arriba y abajo, con la yema de los dedos. Su mano izquierda recorre su muslo, subiendo la falda, le acaricia levemente.
—Si supieras cuanto sueño con este momento —le susurra en el oído—Si supieras cómo me enciende tu olor, tu joven risa, tus pequeños pechos…
Introduce su mano bajo el pequeño sujetador, besa su cuello, lo saborea y muerde mientras juega con el pequeño pecho endureciendo sus pezones, perdiendo su otra mano baja sus braguitas, donde sus dedos comienzan a jugar.
 Se deja hacer, se apoya en él, se muerde el labio, suspira… es su cuerpo quien comienza a responder a las caricias y su mente quien se nubla de placer haciendo que olvide que no está bien. Ahora sólo existen sus manos, sus caricias, su aliento, los relámpagos de placer que recorren su cuerpo…el estallido de placer entre sus piernas.
La empuja a la cama, le despoja de la ropa que aún tiene puesta, recorre su cuerpo con sed de ella, lamiéndola, mordiéndole, marcando su territorio con besos, con caricias. Ella se pierde en la oscuridad de sus párpados, en el placer que le sacude, en la sensación de su lengua sobre la piel, sobre sus pechos, entre sus piernas, disfruta retorciéndose, su cuerpo le busca, le desea…comprende que siempre lo ha querido.
Nota como él guía una de sus manos hacia su pene y se sorprende cuando su mano sabe lo que tiene que hacer. Lo acaricia despacio, explorándolo arriba y abajo,  notando como él suspira mientras le acaricia uno de sus pechos. Acelera el ritmo hasta que él le para.
Pierde una de sus manos entre la humedad de sus piernas, jugando con sus dedos allí donde ella más placer siente, lame sus pechos, los muerde levemente, los lame, los chupa…y sus dedos no dejan de jugar. Sus caderas se mueven sin que ella pueda hacer nada, se retuerce con sus caricias hasta que nota como el placer recorre todo su cuerpo mientras no puede dejar de gritar…
Nota un suave beso mientras se coloca sobre ella y se introduce. Primero despacio para que no sienta dolor, se para y la besa jugando con su lengua en el espacio de su boca y luego comienza a moverse y de nuevo, su cuerpo sucumbe al placer, haciendo que sus caderas se muevan con él, acelerando el ritmo lentamente, buscando su boca con avidez, perdiéndose en su cuello, notando su boca sobre sus pechos hasta que los dos se unen en un solo gemido de placer.

Mientras se viste, le observa.
—Es mi novio—se dice— y haría cualquier cosa por él…
—Date prisa en vestirte —le dice tras darle un beso —mi hermana saldrá pronto del colegio y no quiero llegar tarde a recogerla.
—Cualquier cosa…—piensa mientras termina de ponerse las braguitas de algodón con el corazoncito.




O todos o ninguno

—La cena te ha quedado de fábula Eli.
Le comentó Sara limpiándose los labios con la servilleta, mientras su pie jugaba con los “bajos” de Samuel al cual sonrió levemente.
—Cuando quieras te doy la receta.
—Maravilloso— Sara seguía trabajando bajo la mesa y apoyó una de sus manos en la entrepierna de Gonzalo— podríamos hacer este plato cuando venga tu hermana, estoy segura que le encantará.
—Seguro—contestó mientras la rodeaba con un brazo.
—Como tú has hecho la cena y Gonzalo ha puesto la mesa—comenzó a decir Samuel mientras se levantaba— Sara y yo recogeremos la mesa, preparamos el postre y hacemos algo de café antes de tomarnos las copas ¿os parece?
—Me parece genial.— Le dijo Eli rodeando su cuello con sus brazos para darle un sonoro beso.— Gonzalo, vamos tú y yo al salón para estar más cómodos mientras recogen.
Cuando Sara y Gonzalo abandonaron el comedor, Samuel atrajo hacía sí a Sara para darle un largo y húmedo beso.
—Llevas toda la cena provocándome.
—No puedo evitarlo cuando estoy cerca de ti y me pone más cuando está tu mujer, ya lo sabes.
Samuel sonrió, la volvió a besar y dejó que sus manos se perdieran en su escote unos minutos.
—Debemos llevar todo esto a la cocina o sospecharán. —Dijo él mientras ella introducía su mano en los pantalones y buscaba su polla. —No te preocupes porque preparar el postre nos llevará algo de tiempo, escogí una receta para que pudiéramos estar juntos y sin que Eli se diera cuenta…ya lo hice.
—Por eso me gustas, porque lo piensas todo.
Dejaron las cosas sobre la encimera, Samuel puso un pequeño temporizador y sacó el postre del horno; luego  le tomó los pechos por detrás, ella suspiró y se dejó hacer, sintiendo como le besaba el cuello, como sus manos se deshacían en sus pechos y como crecía su polla que ya notaba en su culo. Él perdió una de sus manos entre sus piernas, dejando que suspirara de placer.
—Si sigues moviendo la mano así…harás que me corra…y sabes lo que puedo llegar a gritar.
Le dio la vuelta para tapar su boca con la suya sin dejar de mover su mano, tragándose su orgasmo. La subió sobre la encimera y bajándose los pantalones, se la introdujo despacio mientras descansaba su boca sobre sus tetas.
Alcanzó el orgasmo justo cuando el temporizador anunciaba el final del tiempo. Los dos acomodaron sus ropas, se besaron y tomaron las bandejas con el postre y el café.
Al entrar al salón, a Sara se le cayó la bandeja con todas las tazas del café y a Samuel sólo le salió de la garganta un “¿qué?” cuando se encontaron a Eli cabalgando sobre la polla de Gonzalo.

Amante

—¡Vamos, deprisa!—Apremia a su amante—¡Ella volverá en seguida!

Él se despoja de sus ropas mientras la observa, le encanta que sea perversa que le llame cuando sabe que su mujer se ha ido. Siempre dispuesta a realizar las posturas que la estirada de su mujer no quiere porque dice que es de “mujerzuelas”.

Disfruta mirando su pelo rojo, sus labios carnosos, sus ojos verdes, su plano vientre, sus largas y torneadas piernas, sus voluptuosos y firmes pechos.

—Eres una granuja—le dice acercándose a ella—siempre me metes en estos líos cuando ella se va y sabes que no sé decirte que no.

La coge por el tobillo para ir acercándola a él, ella sabe que le gusta que sea sumisa y dejarle hacer. Él acaricia levemente su pierna, subiendo y bajando su mano, sintiendo la suavidad de su blanca piel, recorre su pequeño pie haciéndole cosquillas. Acerca su boca y lame levemente la planta, sube despacio hasta sus dedos y los chupa con gusto, haciendo que su excitación aumente.

—Me fascina esa sonrisa tuya tan pícara, haciéndote la inocente e ingenua, como si no supieras lo que fuésemos hacer…como si no supieras lo que te voy hacer.

Ella sigue dejándose hacer mientras él la recorre con su lengua, mientras sus manos acarician sus pechos, jugando con sus pezones, mientras siente como le lame entre sus piernas...

La toma de las muñecas y coloca sus brazos por encima de su cabeza con fuerza, la besa apasionadamente, jugando con la lengua en sus labios, se los muerde levemente. Acaricia su rostro, su cuello, sus pechos, su cintura…y la gira con violencia para introducirle su pene por el ano.

—Lo siento mi putita —le susurra al oído— hoy tenemos prisa y no me apetece ser gentil.

Comienza a moverse dentro de ella con ímpetu, tomándole primero de los pechos hundiendo sus dedos en ellos, dejándole marca, y luego la toma del pelo como si fueran las riendas de una montura.

—Te gusta así ¿verdad zorra? Te gusta que sea violento, te pone, hace que te excites más.

Sus movimientos son cada vez más rápidos y violentos.

—Me voy a correr en tu culo…en tu hermoso culo ¿no te pone?

La última e se alarga con el éxtasis del orgasmo, suelta su pelo y descansa su cabeza sobre su espalda, la besa dulcemente. Se aparta de su lado para vestirse.

—Eres la mejor— le dice mientras se sube la bragueta— es una lástima que no pueda disfrutar tanto de ti como yo quisiera.

Se acerca a ella y la besa con ternura.

—Es hora de que vuelvas a tu escondite.

Toma la caja de madera donde ella venía y la esconde en el armario, en ese lugar secreto que le pidió al carpintero que le hiciera para ella y del que su mujer no sabe nada.

—Adiós mi amor—le dice acariciando su piel de látex.

Dos versiones

Rosa

Estábamos de despedida de soltera, Sara se casaba y quería una noche loca.
Cenamos, bailamos y terminamos en la discoteca donde había un streptease masculino que hizo que nuestras hormonas se disparan, sobre todo con Karim, un negro con el cuerpo del dios Apolo, lleno de montañas que invitaban a ser escaladas y profanadas por una boca ávida de aventura.
Toda la discoteca estalló en grandes vítores cuando salió a escena, contorneándose cual serpiente, atrayendo las miradas de todas las féminas que allí nos encontrábamos, mostrándonos sin pudor todos sus atributos…unos atributos que bien podían alcanzar los treinta centímetros y que más de una boca se relamió pensando en cómo se sentirían dentro de su húmeda cueva y cómo se podría cabalgar sobre tremendo cuerpo.
Al poco de tiempo de acabar el baile de Karim, Sara desapareció, ninguna nos dimos cuenta pero tampoco nos importó pues pensamos que habría ido al baño o incluso a llamar por teléfono a José, su prometido, algo que hacía constantemente. Yo sí que me fui al baño, las copas que había tomado pugnaban por salir de mi cuerpo.
—¡¡Ooohhh!! ¡¡Sí, sí dámelo todo!! ¡¡Destrózame!!¡¡Lo quiero todo deeeentroooo!!
Los escandalosos gritos venían del baño y al abrir la puerta, vi a Sara subida sobre los lavabos mientras Karim le introducía sus treinta centímetros salvajemente.
La cara de Sara era la contemplación del éxtasis de Santa Teresa mientras sus manos arañaban la espalda del bailarín y su boca profería las palabras más sucias, guarras y escandalosas que nunca hubiera imaginado en ella.
—Y por eso el hijo de José es mulato.
—Vaya—me dijo María sorprendida—jamás pensé que Sara sería la precursora de una leyenda urbana.

Karim

La discoteca se llenó de féminas que, o bien celebraban una despedida de soltera o bien simplemente querían un poco de diversión fuera de sus grises vidas.
Karim se preparó su cuerpo a conciencia, impregnándolo del aceite que haría resaltar sus músculos esculpidos durante horas en el gimnasio. No le gustaba nada trabajar de bailarín erótico pero era la única alternativa que había encontrado para pagarse los estudios de derecho.
—En diez minutos te toca, prepárate—le dijo Andrés que era quien les decía a los chicos cuando entraban a escena—La discoteca hoy está llena, tienen muchas ganas de fiesta…¡¡están salidas!!
Karim sonrió la broma, se miró al espejo, miró su miembro flácido, tenía que prepararse para salir y cada vez le costaba más ponerlo erecto. Empezaba hacérsele cuesta arriba tener que excitarse entre sus compañeros, aunque al resto no le costara mucho, él necesitaba más tranquilidad por eso siempre se encerraba en el baño.
Se sentó en la taza, cerró los ojos y pensó en Nafeesah, su mujer, que le esperaba en
Batna. Recordó sus grandes ojos negros, como le miraban mientras ella dejaba caer la túnica blanca que se ponía para sus noches de lujuria, recordaba la suavidad de su piel, sus senos voluptuosos y turgentes, desafiantes a la gravedad. Recordó a lo que sabía su piel, con la avidez que la recorría con su lengua, como perdía sus manos entre sus piernas.
Él se acariciaba, imaginando que eran las expertas manos de Nafeesah o, incluso, sus labios recorriendo su miembro.
Antes de eyacular, se puso el anillo que le haría mantener la erección.
Terminó el baile exhausto, se dirigió a cambiarse de ropa para irse, cuando observó llorar a una chica cerca de los baños.
—Mi prometido está de despedida, como yo con mis amigas…aunque yo no quería esto, no me gustan este tipo de sitios…encima me ha llamado Toni y me ha dicho que José se ha ido con la bailarina…—se sonó con un pañuelo de papel— Yo no sé si es verdad pero ahora mismo…
—No te preocupes, seguro que es mentira—la consoló él sin creerse mucho sus palabras—Ese chico que te ha llamado se habrá equivocado de teléfono…
Cuando él vio sus grandes ojos negros le vino a la mente Nafeesah y no pudo evitar besarla, introducirla en el baño y recorrer su esbelto cuerpo con ansia.
Ella le correspondió, por venganza, por el alcohol ingerido o por lujuria, pero se introdujo en la boca su miembro pensando que en el escenario le había parecido enorme, que nunca había tenido algo tan grande ni en su boca, ni entre sus piernas.
La levantó y la apoyó sobre los lavabos para introducirle su miembro despacio, como le gustaba hacer con Nafeesah, para que el momento fuera lo más largo posible…pero los alocados gritos de ella y la interrupción de una mujer entrando en los baños, hicieron que su miembro se relajara antes de acabar.

Tu cuerpo


Mi mano viaja por tu piel,

mientras tú suspiras en las tierras de Morfeo,

pierdo la mano en la curvatura de tu cuerpo,

conquistando la suave línea de tu cuello.

Bajo embelesado por la delicadeza de tus hombros,

las yemas de mis dedos

se deleitan en las montañas de tus senos,

mi lengua voraz, ávida, presurosa,

baja a jugar con ellos.

Suspiras en sueños.

Mi mano sigue su recorrido

e invade tu plano vientre,

donde la abro

y siento como respiras agitada.

Mis dedos siguen por tu muslo,

acariciándolo como si fuera la primera vez,

percibiendo la suavidad de tu piel,

queriendo conquistar lo escondido en tus piernas.

Atrevidos,

se introducen entre ellas,

buscan el néctar de los dioses.

Jadeas en sueños.

Tu boca de coral se abre,

tu lengua lame tus labios,

susurras mi nombre

en el estallido de placer.

Abres tus ojos buscándome.

Y yo,

impaciente ya,

quiero mezclarme contigo en el placer,

y subo conquistando la geografía de tu cuerpo

y subo para amarte,

sellando tus suspiros en un beso.

La lobera

Me fui a Galicia a pensar, lo necesitaba, necesitaba pensar si realmente la amaba, si realmente quería casarme con ella o sólo era producto de los años que llevábamos juntos.
Me vine solo, sin amigos y sin el móvil, no quería que ella me localizara y no me dejara pensar con perspectiva. Necesitaba tener claras mis ideas, no quería hacerla daño porque, aunque no sintiera amor por ella, sí que sentía cariño y tampoco quería hacerme daño a mí mismo. ¿Y si me equivocaba tomando esta decisión? Era muy importante, debía tener muy claro el paso que teníamos que dar.
Busqué un lugar lo bastante apartado como para que no me molestaran turistas u otros campistas, no tenía ganas de aguantar adolescentes riéndose toda la noche mientras bebían.
El lugar era perfecto, había cerca un pequeño riachuelo donde podría dejar la botella del agua para que estuviera fresca, los árboles eran abundantes y no se veía paso de animales, aunque sí que vi unas huellas de humanos junto a las de un perro, pensé que serían cazadores, pero no era temporada…no le di muchas vueltas.
Monté la tienda, coloqué las cosas y me preparé un fuego dentro de una zanja para que cuando no pudiera vigilarlo no se me escapara de las manos. Me hice un par de chuletas que llevaba conmigo y comí tranquilo, disfrutando de los olores que me proporcionaban la carne y el bosque.
La noche me tapó en su oscuridad y contemplé tumbado las constelaciones, recordando las leyendas que sobre ellas me contaba mi abuelo. Pude reconocer Orión, la Osa Mayor, Leo, la cruz, la Osa Menor y me quedé mirando la Estrella Polar, para pasar después a observar la Luna Llena que presidían el oscuro cielo.
Desperté sobresaltado por un ruido, alguien se acercaba, imaginé que sería algún grupo de campistas aunque estaba seguro que haberme alejado lo suficiente como para que no me vieran o molestaran.
Escudriñé la oscuridad intentado ver la figura, pero la noche me hizo ver fantasmas donde no los había, pues percibí pequeños puntos rojos que me observaban. Lo dejé, la imaginación me jugaba una mala pasada.
Noté el frio en mi cuerpo, apagué el fuego y me dispuse a entrar en la tienda para descansar, cuando el ruido volvió a escucharse. Me volví despacio porque esta vez el ruido tomó la forma de un gruñido, delante de mí había una manada de lobos.
El miedo se apoderó de mí, habían esperado que apagara el fuego para acercarse si eso era posible o bien mi mente les daba cierta lógica que los animales no tenían. Quedé paralizado, no sabía como actuar, no sabía si era mejor quedarse quieto o salir corriendo, entonces lo vi.
Por detrás de ellos había un lobo que andaba sobre dos patas y se acercaba despacio a mi campamento, los lobos se apartaban a su paso y a la luz de la luna, pude darme cuenta que se trataba de una mujer que vestía con sus pieles. Su rostro estaba oculto por la cara de un lobo, lo que había creado en mi mente la imagen del lobo andando en posición erecta. A medida que se acercaba, se despojaba de sus pieles y me mostraba un cuerpo esculpido por el propio Miguel Ángel.
Su piel era blanca, pura, sin imperfecciones, sus piernas largas y musculosas que terminaban en un triángulo perfecto, su cintura era fina, sus senos aún desafiaban a la gravedad, voluptuosos. Se acercó a mí, me olfateó como lo hace un animal, me acarició el rostro, rozó mis labios y sentí la suavidad de su piel, impregnó mi nariz de un olor de almizcle, de bosque, de tiempos antiguos.
Me besó con ahínco, con salvaje prisa, invadiendo mi boca con su lengua, buscándola con impaciencia. Mis manos mecánicamente rodearon su cintura, sintiendo que su piel me regalaba un calor desconocido, acaricié su espalda, besé su cuello, lo lamí, tomé en mi mano unos de sus pechos, apretándolo con premura, jugué con su pezón apreciando como se endurecía bajo mis caricias.
La tumbé sobre el suelo del bosque para acariciarla más despacio, para deleitarme de la suavidad inusual de esa piel, para saborearla. Recorrí su cuerpo con mi lengua, recreándome en su cuello, bajando a sus pechos, transitándolos con mi lengua, jugando con ella en sus pezones…degustándolos. Mi mano acariciaba sus piernas, para perderse entre ellas, abriendo despacio sus labios, buscando ese botón que la llevará a la excitación, noté como se excita, como suspira de placer y jadea, no puedo resistirme, necesito probar el néctar que se esconde entre sus piernas.
Bajé por su vientre, saboreando con mi lengua, no puedo dejar de hacerlo pues mi boca se llena de un sabor salvaje que no había probado antes. Llego a esa cueva que oculta placeres y lamo, lamo como si mi vida fuera en ello, inundando mi boca y mi lengua de sus flujos, arrancándole jadeos, notando como sus caderas se mueven a mis caricias.
Tras un prolongado jadeo, se incorpora y me tumba ella a mí, me despoja de mis ropas y lame mi falo erecto, lo toma entre sus labios carnosos de color carmín haciendo que me recorra una descarga eléctrica que sube hasta mi nuca y vuelve hasta sus labios. Se sube sobre mí, introduciéndosela ella misma, me cabalga salvaje. Mis manos se pierden en sus pechos, me incorporo para tenerlos de nuevo en mi boca, para saborearlos de nuevo, para morderle el cuello ferozmente, para que mis manos puedan tocar sus glúteos.
Otro jadeo prolongado, acompañado por el mío y…todo se ha acabado.
A la mañana siguiente, despierto fuera de la tienda, aún tengo su sabor en mi boca pero no hay rastro de ella, no hay huellas alrededor de mi campamento, ni de ella, ni de los lobos. Recojo mis cosas y me dirijo al pueblo para volver al coche que allí dejé.
Antes de subir, escucho una conversación.
—Anoche fue la tercera Luna Llena—dice un viejo que está sentado en la plaza.
—Sí, imagino que la Lobera saldría a que alguien calmara su celo.