Ukiyo-e

El título de la entrada se refiere a los impresos grabados en madera producidos en Japón durante los siglos XVII y XX, entre los que se encuentran imágenes de paisajes, teatro y de relaciones sexuales.
El Ukiyo-e, alcanza su etapa de máximo esplendor durante la segunda mitad del siglo XVII en la cultura metropolitana de Edo (actual Tokio).
Los Shunga,eran los impresos Ukiyo-e que hacían referencia a escenas de sexo explícito y por las que varias editoriales o artistas fueron sancionados
Este tipo de ilustraciones se usaban como guía sexual para los hij@s de las familias que podían pagar los pergaminos y se guardaban junto a la dote de la pareja.
Los Shunga son los antecesores del hentai.











Pecados capitales. Ira


Las manos subían despacio por sus muslos, acariciando cada centímetro de aquella suave y tersa piel, los dedos se deslizaban juguetones arriba y abajo, tomándose tiempo para llegar a su sexo, haciendo que se impacientara y que la excitación aumentara.
La lengua, tras luchar ferozmente en su boca, busca refugio en el cuello, deslizándose despacio para saborear aquél manjar que se le ofrece y acercándose con deseo a sus pechos, los lame con premura llegando a los rosados pezones que se encuentran ya duros, los toma con sus labios, los succiona, los mordisquea levemente y los roza con la punta de su lengua.
Las manos vuelven a deslizarse por la parte interna de los muslos, dejando atrás las medias que sujeta con un liguero, hábilmente aparta el tanga y acaricia los labios mayores despacio, dejando que sean ellos los que se abran a las caricias y dejen aparecer el preciado tesoro.
Rebecca se deja llevar por el deseo, se deja llevar por una lujuria inusual en ella, no hace caso de la voz de la razón, esa voz que hace un momento le decía que estaba casada y que era todo para Fermín, esa voz que ha sido reemplazada por la voz de la venganza y de la lujuria que una y otra vez le dicen que debe vengarse de la imagen que había visto en esos baños hediondos de la Estación Central, esa voz que una y otra vez le dice que es la mejor forma de vengarse de su “amado y fiel” marido, esa voz que no para de decirle que acostándose con Alexander es la mejor forma de joder a su “amado y fiel” marido.
La voz de la venganza y de la lujuria se han adueñado de ella, no ve la cámara web que está grabando su venganza, sólo siente las manos de él, sólo siente sus besos, sólo siento como recorre su cuerpo, sólo siente como la llena de placer, sólo siente como su cuerpo responde a las caricias de forma inusual, dejándose llevar por la venganza.

Aquella mañana tenía que ir a recoger al bufete unos papeles para terminar el proyecto del Señor González si lo quería terminar ese mismo día, puesto que llevaba meses con él, le había hecho discutir muchas noches, muchos días y muchos fines de semana con Fermín, pues no entendía lo importante que era y que con ese trabajo le podrían ascender al puesto que llevaba años deseando, prácticamente desde que estaba estudiando en la facultad, es más, había pedido trabajo en la empresa sólo para poder conseguir ese puesto, era su sueño y no iba a ser su “amado y fiel” marido quien lo arruinara.
Sopesó la forma más rápida de ir a buscar los papeles, pensó en su joven secretaría pero en seguida la descartó, era inepta para esas cosas, seguramente se perdería en buscar el bufete o una vez dentro del edificio se perdería buscando el despacho o perdería el tiempo insinuándose a todo lo que llevara pantalones y viera que tenía dinero…de todas formas no quería dejarle algo tan importante, nadie debía arruinarle el trabajo y su sueño y menos una niñata de veintitantos años. No, su secretaría no iría, debía ir ella.
Pensó en coger el coche o llamar a un taxi, pero aquella ciudad era un caos respecto al tráfico, siempre había atascos largos, gente que aparcaba en doble fila o los semáforos tardaban demasiado en cambiar de color y ella tenía prisa.
Optó por el metro, era rápido, eran solo una parada, la Estación Central y una de las salidas daba directamente al edificio del bufete. Sí, el metro era la mejor opción.

Tomó su abrigo y su bolso, apagó su ordenador y le dejó unas instrucciones a la inepta de su secretaria.
-¿Dónde vas?
Le dedicó una sonrisa a Alexander, uno de los directivos de la empresa.
-Voy a buscar los papeles del Sr. González para acabar el trabajo
-¿Por qué no mandas a Sara?
Miró a través de la mampara de cristal a su secretaria que volvía a insinuarse a Héctor, el joven y prometedor abogado de la empresa.
-¿En serio crees que dejaría algo tan importante en sus manos?
Alexander también la observó y luego le dedicó una sonrisa a Rebecca.
-Te entiendo- se pasó una de sus manos por su pelo moreno y se colocó la corbata-¿te apetece que comamos cuando vuelvas?
-Vale- miró su reloj- te daré un toque al móvil cuando esté llegando
-Te llevaré a un sitio nuevo que descubrí la otra noche con…
-Perdona que te corte pero si no me voy llegaré tarde
Y diciéndole adiós con la mano se fue. No tenía ningún interés en saber el nombre de su última conquista, Fermín tenía razón cuando decía que Alexander era un soltero empedernido y que sólo buscaba poder acostarse con todas las mujeres que se le fueran poniendo a tiro, de hecho sabía que esa era la causa de que a Fermín no le agradara, o era eso o era que Alexander llevaba un tiempo insinuándose a ella.
-Puedo conseguir que te den el ascenso-le solía decir cuando estaban reunidos o trabajando los dos a solas en algún proyecto-sólo se mía.
Ella no hacía más que reírse de esas insinuaciones que siempre tomaba a broma.
No espero mucho en el metro, el tren llegó tres minutos después de que ella llegara. Se subió rápida, observó el vagón para buscar un asiento que no existía y se quedó cerca de la puerta para ser la primera en salir.
Mientras el metro comenzaba su andar se fijo en la gente del vagón, mujeres mayores con bolsas de la compra del Mercado de Abastos, adolescentes que seguramente estarían haciendo novillos, parejas que se miraban con complicidad, personas que iban o venían de trabajar, gente que daba cabezadas intentando no dormirse…unos ojos, duros, fríos y de color miel le atraparon.
Pertenecían a una joven que no tendría más de 16 años, atractiva, delgada, totalmente desarrollada como se podía ver bajo el uniforme azul que llevaba y de lo que la mitad de los hombres que se encontraban en el vagón se habían percatado por la forma en que se la comían con los ojos, a su lado había un hombre mayor.
Tenía una de sus manos sobre la rodilla de la joven, que apretaba levemente y subía y bajaba despacio por la pierna, comenzaba a subir por el muslo, subiendo también la falda de tablas y dejando ver por algún instante unas braguitas blancas con un dibujo infantil. Al muchacho que se encontraba frente a ellos se le veía acalorado y por como colocaba sobre sus piernas la cartera, era posible que tuviera una erección.
Rebecca desvió la mirada y pensó que sería uno de esos viejos de los que había oído hablar, esos que les gustaba meter mano a las jovencitas en el metro aprovechando la multitud y la ingenuidad e inocencia de ellas. No le dio mucha más importancia, además tampoco era asunto suyo, tenía cosas más importantes en las que pensar y comenzó a repasar mentalmente el proyecto del Sr. González.
Miró su reloj mientras se apeaba en la Estación Central, le daba tiempo a ir a retocarse al baño y echarse un poco del perfume que siempre llevaba en el bolso, no quería llegar oliendo a sudor o algún olor inclasificable que se le hubiera podido pegar del vagón y por supuesto quería dar una imagen impecable, no sabía si sería el propio Sr. González quien le daría los papeles.
Pasó junto al Kiosco de la música, se fijó que la cafetería de al lado tenía mucha gente, leían el periódico, tomaban café o conversaban con sus acompañantes, en las diferentes mesas de forja verde, seguramente viajeros de los trenes de largo recorrido que a diario salían y llegaban a la estación
-¡Mierda! Al final llegaré tarde a todo- se dijo mirando el reloj.
Se dirigió precipitadamente a los baños de la estación, se cruzó con una mujer de larga melena, figura esbelta y que vestía una blusa azul, no pudo verle el rostro puesto que salía tan deprisa como ella entraba y había desviado la cabeza buscando a alguien.
Pasó rápidamente a la segunda sala de los baños, se dirigió al espejo y cuando levantó la vista para retocarse los labios, los vio.
Fue un instante fugaz, mientras la puerta del baño terminaba de cerrarse pero pudo ver los dos rostros llenos de placer, vio como él sujetaba los pechos por detrás mientras introducía su pene en el ano, vio como ella se encorvaba como una gata en celo…
Sus labios se cerraron formando una línea pálida en su rostro, su mano se cerró en un puño sobre la encimera negra de los baños, por su rostro caían lágrimas amargas, se agolparon en su mente miles de imágenes de su matrimonio pero todas morían en la imagen que acababa de ver, su “amado y fiel” marido se encontraba poseyendo a Sofía en unos sucios baños y algo dentro de ella no la dejaba arremeter contra los amantes. Escuchaba la voz de la razón diciéndole que no podía ser lo que había visto, que el estrés del trabajo le estaba jugando una mala pasada y que Fermín no era capaz de engañarla de esa manera.
Oyó pisadas, alguien se acercaba y en vez de irse de allí algo la empujó a esconderse en uno de los baños, oyó como abrían la puerta de al lado y escuchó un susurro salir de la boca de su marido
-Chúpaselo.
Sus lágrimas no dejaron de salir de sus ojos y esa voz que en principio le hablaba de un abnegado padre, un amante esposo, un amigo, un compañero… ahora le hablaba de venganza, mientras escuchaba los jadeos y suspiros de placer de los amantes, mientras sus lágrimas comenzaban a quemar sus mejillas, esa voz le hablaba de una venganza, de un castigo a su “amado y fiel” marido. Apretaba los puños cada vez más fuerte, las uñas se le clavaban en las palmas y de la mano derecha comenzaba a salir un hilo de sangre.
Escuchó como los amantes se marchaban, como se despedían con un beso, escuchó el móvil de su marido y las pisadas de éste cuando salía de los baños. Se miró al espejo, se le había corrido el rímel y tenía los ojos rojos por las lágrimas, como pudo se compuso, temblorosa sacó el maquillaje de su bolso y con un suspiro intentó calmarse. Su móvil sonó.
-Me han llamado del bufete- al otro lado estaba Alexander- no has ido todavía a recoger los papeles, ¿pasa algo?- no se encontraba con fuerzas para responder y rompió a llorar- dime dónde estás y paso a recogerte.

Rebecca se dejó caer derrotada en el sofá, Alexander le acercó un vaso de whisky.
-¿Qué ha ocurrido?
Simplemente le miró y comenzó a llorar de nuevo, no le gustaba mostrarse derrotada frente a nadie y menos mostrarse vulnerable frente a uno de los directivos de la empresa, le gustaba dar la impresión de ser una mujer dura y que podía con todo. Como pudo le explicó la imagen que había visto en los baños, y de nuevo aquella ira se apoderó de ella, él la miraba tranquilo sopesando sus palabras y bebiendo despacio su vaso. Apoyó una de sus manos sobre la pierna de ella para tranquilizarla y luego sobre su brazo que apretó levemente.
Aquella voz volvió.
-Tienes que vengarte y la mejor venganza es que te acuestes con él- Rebecca le miró de nuevo escuchando las palabras de aquella voz- de sobra sabes que tu marido le odia, nunca le ha tragado y siempre ha tenido celos de él. Y bien sabes que él te ha deseado desde que entraste a trabajar en la empresa, siempre te lo ha dicho.- Rebecca tomó otro trago apurando lo que le quedaba- Es la mejor venganza.
-¿Qué piensas hacer?- le preguntó Alexander sacándola del influjo de la voz-¿piensas en el divorcio?
-Sí, pero también quiero hacerle daño- hablaba con rabia, estaba dolida- me ha engañado, me ha mentido, ha roto mi confianza… quiero hacerle lo mismo, quiero que sufra.
-Te dejas llevar por la ira
-No, es en lo único que pienso, en vengarme, sólo con el divorcio y quitándole todo, no sufriría y quiero que sufra.
Alexander se levantó y ando despacio por la habitación, la miró por un momento y luego sonrió.
-¿Estás segura?
-Vendería mi alma.
Era lo que Alexander quería escuchar.
-Entonces tengo la venganza que quieres- le dijo sonriendo, se acercó a la mesa y tomó su portátil- Si tú y yo nos acostamos ahora, tu marido no se enteraría, pero con la cámara web del portátil lo podemos grabar y enviárselo- la miró y pudo ver en sus ojos que aprobaba aquello, además ella también sonreía, le gustaba la idea- Se que tu marido no me aguanta, nunca lo ha hecho y creo que es la mejor venganza que pudieras tener.
Rebecca le miró, parecía como si él también hubiera escuchado la voz. Observó como situaba el portátil sobre la mesa de café, le dio a la cámara y fue colocando el portátil de forma que se les viera bien, pulsó el botón de grabar.

Rebecca sentía como sus labios se habían abierto a las caricias proporcionadas, sentía como le acariciaba el clítoris, como aquella boca deseosa de su cuerpo le lamía y como su cuerpo respondía con encendido placer. Sintió como Alexander desabrochaba su blusa, como iba lamiendo su cuerpo desde su cuello, pasando por sus pechos donde se deleitaba lamiendo sus pezones, como la iba tumbando más sobre el sofá, como con su lengua había llegado a su vientre y sus manos se deshacían de la falda para pasar acariciar sus pechos, mientras su lengua jugaba entre sus piernas.
Sintió su aliento, que la encendió aún más, sintió como su lengua se abría paso entre los labios para pasar a lamer su clítoris, ella encorvaba su espalda de placer y sus propias manos acariciaban con fricción sus pechos. Su lengua recorría toda su vagina, se introducía dentro de ella, le lamía, le succionaba, sintió como introducía uno de sus dedos y lo movía despacio recorriendo todas sus paredes, siguió lamiéndole el clítoris con la lengua e introdujo un dedo más con lo que hizo que en ella aumentará el placer.
Aquellas caricias le empezaron a volver loca, no sabía si había encontrado su punto G pero algo en ello estaba a punto de estallar. Le agarró de los cabellos para acercarlo aún más a su vagina.
Un gran y prolongado suspiro salió de su boca.
Alexander se incorporó para observarla y le beso ferozmente para compartir con ella sus propios jugos, despacio la colocó de espaldas y comenzó a rozar su pene con su vagina para introducírselo poco a poco. Tomó uno de sus pechos que apretó levemente mientras terminaba de introducirle el pene, su otra mano se aferró en acariciar el clítoris.
Alexander se movía despacio, sin llegar a introducir todo su pene y Rebecca disfrutaba, le gustaba sentir como entraba y salía despacio, disfrutaba sintiendo como le acariciaba el clítoris mientras la poseía despacio.
-Ahora sí vas a saber por lo que vendiste tu alma- le susurró Alexander al oído y con una embestida violenta, acabó por introducirle todo el pene.
La tomó del pelo, apretó su pecho con fuerza y comenzó a moverse violentamente, tanto que Rebecca empezó a notar más dolor que placer como si el glande fuera una afilada punta de flecha.
-¡¡Me estás haciendo daño, para por favor!!
Sólo obtuvo por contestación un fuerte tirón de pelo y una palmada en las nalgas, sabía que Alexander no pararía, empezaba arrepentirse de haber querido vengarse de su marido
-Demasiado tarde querida- contestó Alexander como si hubiera leído su pensamiento, la tomó con uno de sus brazos por las caderas para que sus movimientos fueran más profundos y le introdujo uno de sus dedos en la boca.
Rebecca ya no disfrutaba y como respuesta a sus súplicas, sólo recibía embestidas más violentas y dolor, por sus mejillas empezaron a correr lágrimas, que no hizo que Alexander parara. Entonces notó que la sacaba , pensó que había entrado en razón, que la dejaría marchar cuando notó que juntaba sus brazos a la espalda y le ataba con unas esposas. La empujó sobre la mesa y notó como su pene se acercaba a su ano que introdujo en una solo embestida rompiéndola de dolor.
Le ardía, no le dolía, le ardía, parecía que la hubieran metido un palo ardiendo…después se desmayó.

Despertó sobresaltada y se encontró en la penumbra de una habitación que no conocía.
-¿Has dormido bien?- era la voz de Alexander- Te quedaste dormida hablando de la infidelidad de tu marido, imagino que debido al alcohol.
Rebecca se fijó que estaba vestida.
-¿No ha pasado nada entre nosotros?- preguntó cohibida
Alexander sonrió.
-Seguramente por eso estabas inquieta mientras dormías…aunque no parecías disfrutar exactamente de un sueño húmedo.
Rebecca le sonrió y asintió aún cohibida.
-Te preparé un café.
Observó en el espejo como se iba y… ¿eran unas alas demoníacas lo que salía de su espalda?


-Padre ha sido un trato exquisito
Alexander sonrió a Satanás
-Hacía tiempo que no me divertía tanto con una mortal- abrió sus viejas alas demoníacas- aunque nunca me gustó tener que poseerlas como humano, tener escondidas las alas me molesta.
Satanás tomó el vídeo grabado y acarició el cristal cilíndrico donde se encontraba encerrada el alma de Rebecca.
-El Príncipe estará orgulloso de vos, Alexander.
-¡No me llames así!- le espetó- nunca me gustó el nombre usado por los cristianos
-¿Volvéis a su lado?
-Le llevaré el café y espero que pueda volver a divertirme con ella- le dijo sonriendo- volveré a jugar con su vulnerabilidad, alentando de nuevo sus ganas de venganza y por supuesto, jugaré de nuevo con su mente para poder disfrutar de su cuerpo… y es posible que ésta vez lo haga sin máscaras mortales
-Que os divertías Belial.



La imagen que ilustra este relato pertenece a Marta Dahlig


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Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

Pecados capitales. lujuria


Fermín miró el reloj, se le empezaba hacer tarde, había quedado a las 14:30 h. con Sofía para comer juntos en la Estación Central, era el único sitio que les venía más o menos igual a los dos y para variar él llegaría tarde.
No le gustaba pero siempre a última hora le requerían para cualquier cosa en la oficina, era lo malo de ser el jefe de una sección, aunque el sueldo no estaba nada mal y podía darse unas buenas vacaciones junto a su esposa y su hijo, darle a este los caprichos que quisiera y salir a cena con Rebeca a los restaurantes caros que tanto le gustaban a ella. Pero le fastidiaba que siempre le hicieran salir tarde y más cuando tenía planes con Rebeca, con los amigos o con Sofía.
Pensó en la cara de Sofía, estaría molesta aunque no le diría nada ya que sabía lo que su trabajo implicaba y aunque ella era la viva imagen de la puntualidad, alguna vez también había llegado tarde a la cita que venían teniendo desde los tiempos de la universidad o quizás antes.
Fermín había perdido la cuenta del tiempo que hacía que se conocían, quizás había sido en el instituto cuando él no era más que un niño acomplejado por su peso y ese odioso acné y ella una chica en la que las curvas empezaban a ser demasiado sinuosas y todos los chicos querían salir con ella, pero todos eran rechazados porque ella esperaba al que realmente con una sola mirada la hiciera estremecer… ¡ay, la adolescencia y sus sueños! Con su ayuda había logrado sacar todo el bachillerato con buenas notas, había superado la fase del acné incipiente y al acompañarla a diario al gimnasio, consiguió deshacerse del sobrepeso, atrayendo a las féminas y dejando que esas hormonas excitadas se pudieran calmar tocando algo de carne o por lo menos que se la tocaran a él.
Fermín paseó su mirada por el vagón, había demasiada gente y se dio cuenta que estaba algo alejado de la puerta, suspiró y empezó hacerse a la idea que tendría que bajar una o quizás dos paradas después de la suya
-Es un hecho-se dijo-llego tarde.
Se apoyó en la pared, miró de nuevo por el vagón, una mirada le atrapó.
Aquellos ojos de color miel le miraban directamente a él, eran duros y fríos, hablaban de vivencias duras o de pertenecer a una persona que había vivido mucho tiempo, hablaban de tiempos remotos, tiempos que el hombre había olvidado o enterrado en lo más profundo de su memoria. Se fijó en la persona a quien pertenecían esos ojos que le tenían cautivo en mares de tiempo, era una joven y Fermín desechó sus pensamientos anteriores, no podía haber vivido tanto tiempo como le decían esos ojos, no tendrían más de 16 años.
Era una joven atractiva, su boca era de color carmesí, sus labios eran finos pero carnosos, su nariz respingona con cierto aire de soberbia, tenía el cuello largo y daba la sensación de ser suave… aterciopelado, llevaba una chaqueta azul abierta con el escudo de algún colegio privado, una camisa blanca con un escote en pico que no mostraba nada pero te hacía asomarte para intentar ver aquellos pechos que redondos, abultados, turgentes y desafiando la ley de la gravedad invitaban a ser tocados, lamidos, succionados, besados…Su pecho subía y bajaba despacio, al ritmo de una respiración calmada, observó como entreabría los labios para dejar escapar un suspiro pequeño
-Bésame- creyó que decía aquel suspiro
Su vientre era plano, su cintura fina y la corta falda de tablas, dejaban ver unas piernas largas de piel suave, fuertes…una mano en su rodilla, ¿quién se atrevía a profanar tan perfecto templo?
Es una mano grande, fuerte, arrugada y con manchas de vejez, apretaba la rodilla como si le perteneciera, la frotaba un poco, suave, de arriba abajo, llegando a la mitad del muslo. Fermín mira a las personas que hay alrededor, ninguna parece darse cuenta, cada una de ellas está en su mundo, la música, un periódico, una conversación banal, ninguna ve como aquella mano está acariciando unas piernas demasiado jóvenes.
Observa al propietario de aquella mano, es un hombre mayor, ¿cuántos puede tener?, ¿60, 70, tal vez más? Le parece repugnante lo que está haciendo con esa niña, pero no puede moverse, no puede dejar de mirar la escena y de querer que sea su mano quien acaricia esa piel.
El viejo le mira, sonríe y sigue acariciando el muslo de la niña, ahora por dentro del muslo, sube aún más la mano, ve como la falda se sube un poco con los movimientos y deja ver por un instante unas braguitas blancas con un dibujo infantil.
Fermín observa a la gente de alrededor de la escena, nadie parece darse cuenta de lo que pasa, todo el mundo sigue a lo suyo y nadie parece ver como ese viejo le está metiendo mano a esa niña. Quiere gritarles que le hagan parar, quiere gritarle a él que pare de tocar a una niña, quiere cogerla a ella y llevarla lejos de él… quiere ser él quien toque esos muslos, quien suba esa falda, quien acaricie esas braguitas, quien besar esos labios, sus ojos, su rostro, su cuello…no puede evitar que su pene se endurezca.
-¿Pero que estoy pensando? ¡Es una niña!
Con un movimiento de cabeza deshecha esos repugnantes pensamientos pero no puede dejar de mirar al viejo que también le mira
-Es muy dulce,- oye en su cabeza- agradece mucho las caricias, tiene unas manos pequeñas que rodean tu pene con delicadeza, su boca es tan suave, tan exquisita, su lengua recorre tu pene con apremiante excitación, te lame, te succiona como si su vida dependiera de ello
-Próxima parada Estación Central
Fermín despertó sobresaltado, miró a su alrededor y no encontró ni a la joven, ni al viejo, había sido solo un sueño, raro, repugnante y algo excitante, al menos su pene era lo que había pensado. Se abrió paso para bajar del vagón y se dirigió a los baños, antes de ir a ver a Sofía necesitaba refrescarse y que aquella erección bajara.

-Lo siento, de verdad que siento llegar tarde
-No te preocupes, hombre- le dijo Sofía dándole dos besos- aunque no te lo creas acabo de llegar, un cliente me entretuvo- se echó para atrás la larga cabellera- quería cambiar otra vez la pintura y el mural que le estamos haciendo en el salón…ya sabes las cosas de la decoración, ven en una revista algo que les gusta y enseguida lo quieren también para ellos-se rió y se cogió de su brazo, dirigiéndole al restaurante-¿y tú, qué tal?
-Ya sabes, las cosas aburridas de la oficina, informes, nóminas, facturas…esas cosas que tanto te han aburrido siempre
-Cada vez me alegro más de haber dejado la carrera y haber estudiado diseño, aunque por supuesto en clase siempre te echaba de menos- apretó cariñosamente su brazo
-Aquello si eran buenos tiempos, ¿eh?
-Sí, por lo menos si no te apetecía ir a clase siempre te quedaba el bar o los parques- volvió a reírse- ¿qué tal están Rebeca y Mario?
-Muy bien, Mario cada vez más grande y se acerca a esa edad problemática que es la adolescencia, miedo me da- se sentaron en una mesa, un camarero se acercó a darles la carta y tomarles nota de la bebida- y Rebeca estresada con su trabajo, nunca termina de desconectar, a veces trabaja en casa por ir adelantando y parece que no lo termina de conseguir.
-Sí, se a lo que te refieres- Sofía paseó su mirada por la carta- Vaya este plato suena delicioso
Llamaron al camarero que les tomó nota
-Y bueno has vuelto a saber algo de aquel chico que me comentaste
Sofía le miró algo desconcertada, pensó y luego sonrió.
-Bah, no era más que un ligue, un par de polvos y luego me cansé
-Jamás llegarás a enamorarte, así nunca me harás tío
Los dos rieron la broma, el camarero les trajo su pedido y comenzaron a comer.
-¿Qué te sucede?, ¿no está bueno?, ¿tiene mal sabor?, de repente te has quedado pálido
Dos mesas más atrás, Fermín vio de nuevo al viejo del vagón con la niña, que volvía a cautivarlo con la mirada
-Es él- dijo en un susurro- no ha sido un sueño
-¿Quién?
Miró a Sofía que se encontraba desconcertada y con un ligero movimiento de mano, disipó aquellos pensamientos de nuevo y sonrió a Sofía para tranquilizarla.
-Nada, olvídalo, es… una tontería.
-Tu acompañante es muy bella- de nuevo la voz del viejo en su cabeza- mucho más que mi niña- Fermín observó otra vez como el viejo tenía la mano en el muslo de la niña- disfrutar de las dos a la vez debe ser excitante y toda una delicia.
Sofía comenzó a relatarle el proyecto con el que se encontraba en esos momentos y lo que empezaba a desesperarle el cliente con tantos cambios.
-Fíjate en ella- le decía el viejo en su cabeza- es muy atractiva, tiene unos labios apetecibles, imagínalos besando los de mi niña, esas dos bocas forcejeando, uniéndose, buscándose, introduciendo sus lenguas una en la otra, rozando sus cuerpos con las manos.
Fermín bebió un gran trago de vino, vio como le retiraban el plato y mecánicamente pidió el postre, notó que comenzaba a tener una erección, aquel viejo no solo le hablaba a su mente, sino que le mandaba imágenes del encuentro que podría ser entre Sofía y esa niña
-Estoy pensando que el café podríamos tomarlo fuera- le dijo Sofía que terminaba su tarta de queso con arándanos- hay una cafetería junto al Kiosco de la música que está muy bien y hace un café soberbio
-De acuerdo, no me parece mala idea
Pagaron la cuenta y salieron del restaurante, Fermín miró por encima de su hombro para observar al viejo que ya no estaba allí, la mesa estaba limpia y no había rastro que allí hubiera habido nadie sentado.

Se sentaron en una mesa pequeña de forja verde, pidieron dos cafés y siguieron hablando de sus cosas pero él comenzó a fijarse en Sofía.
Empezó a perderse en sus curvas mientras esa voz embriagadora le envolvía, resultaba muy sexy con su larga melena que caía suave por su espalda aunque algunos mechones rebeldes se quedaban jugando sobre sus pechos que eran grandes y firmes. Llevaba una blusa color azul que dejaba ver donde se juntaban sus senos, bajabas a su sinuosa cintura para encontrarla atrapada en el talle alto de su falda negra de tubo y donde escondía parte de unos muslos bellos, torneados y bronceados por el sol para bajar por unas piernas largas y seductoras moldeadas en el gimnasio, se perdía en esa escultural figura mientras, mecánicamente, continuaba la conversación.
Comenzó a tener una erección y se sonrió para sí, nunca se había dado cuenta del escultural cuerpo de su amiga, nunca se había imaginado rozar aquella piel de otra forma que no fuera con sentimiento de amistad, nunca había envidiado a los novios de ella por poder besar esos labios carnosos, ella era su amiga…¿por qué de repente se daba cuenta de sus formas?, ¿por qué de repente quería disfrutarla?, ¿por qué de repente se la imaginaba debajo de él pidiéndole más?...
-El viejo y esa niña- pensó- ellos son los culpables de que esté pensando todo esto, pero…-movió la cabeza para desechar sus propios pensamientos- creo que me estoy volviendo loco.
-Fermín, ¿estás bien?
-¿Qué?... ¡Ah, sí, sí, no te preocupes! Por un instante me vino una cosa de la oficina que tengo que hacer en cuanto llegue
Sofía le sonrió
-Vaaale, ya nos vamos- recogió su bolso- pero si no te importa me voy acercar aquellos baños para retocarme, que ahora tengo que ir a ver a un cliente.
Observó como se alejaba, veía como su espléndido culo se movía al ritmo que marcaban sus caderas y notó como su erección iba a más
-Ve a por ella-la voz del viejo de nuevo dentro de su cabeza
-No puedo, va al baño, hay más gente-respondió mentalmente y buscándolo alrededor sin verlo
-Ve, ahora no hay nadie, nadie mira y nadie irá
Un resorte oculto en su mente hizo que Fermín se levantara y se dirigiera a los baños, entró decidido pero mirando que no hubiera nadie, encontró a Sofía en la segunda sala de los baños retocándose frente al espejo.
Por unos minutos sólo pudo mirarla extasiado, veía como aquel pintalabios de color rojo se deslizaba despacio, como recorría aquellos labios que empezaban a martirizarlo y se acercó a ella.
-¿Qué haces aqu…?
No le dejó terminar la frase, la besó con pasión introduciendo su lengua, buscando la de ella, buscando un juego que había imaginado momentos antes, posó sus manos sobre su cintura y la atrajo hacía sí. Ella le siguió el juego como si siempre le hubiera deseado, le dio pequeños mordiscos en el labio inferior, lo recorrió con su lengua, él comenzó a besar su cuello, sus manos subieron hasta sus pechos que acarició a través de la blusa notando como sus pezones se endurecían y comenzó a desabrochar los botones.
Observó excitado el sujetador rojo que llevaba, le dio pequeños besos sobre él y con delicadeza se lo quitó, dejando que sus senos se deshicieran de aquella prisión, los lamió, recorrió con la lengua, jugó con sus pezones, los besó, succionó y mordisqueó, los aprisionó con sus manos mientras volvía a besarla con prisa. Deslizó una de sus manos por su cintura para subir aquella falda, paseó levemente las yemas de sus dedos por los muslos para acercarse despacio a su entrepierna que encontró cálida y húmeda.
Las manos de ella bajaron hasta sus pantalones, abrió la cremallera y dejó salir su pene que estaba totalmente erecto, comenzó a frotarlo haciéndole enloquecer de placer, sus manos se movían al principio despacio, de arriba abajo, llegando a acariciarle sus testículos, le arrancaba profundos suspiros de placer, el movimiento se tornaba cada vez más rápido.
Los dedos de él se habían perdido en la entrepierna de ella, apartando el tanga rojo que lleva le acaricia superficialmente dejando que los labios se abran despacio a sus dedos para pasar a acariciar el clítoris y buscar que ella se rinda al placer.
Llevado ya por el placer, la sube sobre sus piernas y la apoya en la pared para introducirle su pene en una sola embestida, ella apaga un grito en el cuello de él mordiéndole, en cada embestida lleva su boca a chupar los pezones que devora como un niño hambriento de leche, en cada embestida se pierde en el perfume de ella que le embriaga y hace que su calentura aumente.
Al oír un ruido, paran los dos amantes por un momento y bajo el temor de ser descubiertos entran en uno de los baños donde él la toma por detrás para acariciar sus pechos y rozar su pene en su ano. Ella como gata en celo encorva la espalda y ayuda así a la penetración que comienza despacio, dejando que ella se acostumbre al tamaño, notando él como su esfínter le comprime dándole un placer que Rebeca aún no le ha dejado experimentar. Cuando ya nota que todo su pene está dentro comienza a moverse despacio, tomándola de su larga cabellera como si de la crin de un caballo se tratara, le toma uno de sus pechos para atraerla más hacía él, tira más del cabello.
La puerta de repente se abre descubriendo a los dos amantes, ante ellos el viejo acariciándose el pene se presenta
-Chúpaselo- le susurra Fermín al oído
Ella toma entre sus manos el pene del viejo para introducírselo en la boca y darle placer con cada embestida que le de él. El viejo la toma de la cabeza para llevarle el ritmo haciendo que se lo introduzca entero lo que le provoca ciertas náuseas.
Fermín sabiendo se agarra con más fuerza a los pechos de ella sabiendo que su orgasmo se acerca, le acaricia el clítoris a ella para que ella también explote de placer y observa como el viejo también está a punto de estallar.
Entre fuertes sacudidas, Fermín nota que su semen sale y ve como el viejo también se corre en la boca de Sofía.
Los tres jadeando se visten. Sofía sonríe al viejo y le da un beso a modo de gracias.
-He de irme corriendo- le dice a Fermín tras darle un breve beso en los labios
-Te llamaré
Fermín se da la vuelta para preguntarle al viejo quién es pero ya no está, oye como un sms le llega al móvil.
“Al salir del baño no te vi, imagino que te llamaron urgente de la oficina ya me lo contarás la próxima vez. Sofía”


Asmodeo se acerca a la niña del metro.
-El convertirte en su amiga fue una idea muy buena Estrael
-Gracias mi señor- le dice abrazándolo- pero si no le hubiera calentado en el metro conmigo y esas imágenes que le mandaba, creo que no nos hubiéramos hecho con su alma.
Asmodeo le sonríe a su joven súcubo.
-No subestimes a los mortales ni mi poder, lo único que hago es leer sus almas, leer sus pensamientos, incluso los que ocultan en lo más recóndito de su ser, lo que ni ellos mismos imaginan y desean lujuriosamente. Él llevaba años deseando a su amiga pero lo había apartado de su mente escondiéndolo en una zona de su alma… lo único que hoy hemos hecho ha sido darle por lo que vendería su alma a nuestro Príncipe y…
-Es lo que hemos conseguido
-Aprendes rápido joven súcubo- Asmodeo observa a su alrededor- mira, allí hay un hombre dispuesto a vendernos la suya por gozar de un cuerpo como el tuyo, ve a por ella.



La imagen que ilustra este relato pertenece a Marta Dahlig


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Pecados capitales. prólogo

Los seis demonios se presentaron frente a Lucifer que les había llamado.
-El infierno está lleno de pecadores- habló con voz fuerte- pero también los hay arrepentidos que enseguida desaparecen de sus castigos…necesitamos nuevas almas
Les miró, se encontraban desconcertados, desde hacía milenios los hombres se habían corrompido de una forma o de otra, de diez que se arrepentían y desaparecían, cien nuevas almas llegaban al Infierno aún más corrompidas que las que se habían ido y les alimentaban a ellos, al resto de demonios de las castas bajas, a los súcubos e íncubos, a los que se escondían en la oscuridad, a las huestes de feroces demonios y alimentaban el fuego del Infierno por milenios.
¿Qué preocupaba realmente al Príncipe del Infierno?
-Necesito ascender nuevamente a la Tierra y tentar a los hombres- hablaba caminando, sopesando sus palabras y leyendo los rostros de sus más leales y bellos demonios- los hombres se han vuelto temerosos del Infierno y se arrepienten antes de morir, confiesan a los curas sus más perversos deseos para limpiar su alma, reprimen sus pecados para no caer aquí y se encomiendan a…- titubeó y cayó derrotado en su trono.
-Señor- habló Belphergor- no entendemos porque debéis subir, hay almas suficientes para seguir alimentándonos milenios y los hombres seguirán cayendo en las tentaciones que les mostramos.
-Es cierto mi Señor- habló Asmodeo- mis súcubos han tentado a más hombres de los que podíamos imaginar, incluso han vuelto a tentar a los curas, los cuales hacía centenares de años que no lo hacían y los íncubos han podido tentar a mujeres castas, a mujeres temerosas de Dios e incluso han logrado entrar en los conventos saltando los amuletos que impiden su entrada.
-Los has enseñado bien Asmodeo- Lucifer se levantó de su trono y comenzó de nuevo andar- pero necesitamos más, más pecadores, más almas
-Lleváis razón- Mammon se levantó del asiento donde se encontraba- no hay suficientes almas digan lo que digan mis hermanos.
El resto le miró, sabían lo avaricioso que era y para él nunca sería suficiente, siempre se andaba quejando que los hombres se habían vuelto caritativos con el resto, que daban su dinero a los que no conocían o incluso se levantaban para ayudar a gente de lugares remotos, decía que los hombres ya no eran avariciosos cuando había muchos hirviendo en aceite.
-Señor-prosiguió Mammon-debemos actuar y atraer a más hombres aquí, lo que hay es insuficiente para poder existir durante milenios.
-Bien sabes que no es así-le interrumpió Beelzebub- pero es tu espíritu avaricioso el que habla-vio como Mammon sonreía maliciosamente- Señor, no tenéis porque subir solo, mis hermanos y yo estamos dispuestos a seguirle y ayudarle en esta tarea.
Lucifer se encontraba pensativo, agitado y volvió a caer abatido en su trono.
-Señor-le llamó Leviatán-¿os encontráis bien?
-Sí, no os preocupéis, pensaré en las palabras de Beelzebub y si debéis acompañarme os lo diré, ahora marchad, debo estar solo.
Lucifer sopesó las palabras de Beelzebub y miró como sus leales demonios abandonaban la estancia, se levantó derrotado, caminó hasta los ventanales y observó los castigos a los que las almas eran llevadas llenas de terror, observaba como algunas desaparecían antes de caer en el castigo impuesto ante la incrédula mirada de los demonios de casta inferior y recordaba las palabras de Dios, aquel al que una vez había amado.
-Los hombres se volverán de nuevo piadosos y tu reino, ese al que has llamado Infierno y dices con tanta soberbia que hará desaparecer al mío, se esfumará y los hombres no lo recordarán nunca.
“Los hombres no volverán a caer en las tentaciones que tus demonios les muestren, no volverá ningún hombre a desear nada que no tenga ya, ni desearan a la mujer de su prójimo, ni de acto ni de pensamiento, no habrá avaricia, no habrá envidia, no habrá ira, ni violencia, no habrá tentación ninguna para los hombres y tú, -le dijo señalándolo y haciendo que su luz le cegara- tú, Lucifer, el que fue el más bello de mis arcángeles y al que más amé, desaparecerás de la memoria de los hombres y tu espíritu se desvanecerá en la Nada.”
Temía ahora más que nunca que aquellas se palabras se volvieran ciertas, los hombres habían cambiado, no hasta el punto de no corromperse pero sí comenzaban a ser más piadosos, comenzaron a volverse más humildes, más generosos, más caritativos, más…se habían ido volviendo temerosos, se habían vuelto menos receptivos a las tentaciones que sus demonios les ofrecían y se arrepentían si caían en ellas haciéndoles no ir a su reino.
Su reino, aquel que había construido con calma, con prudencia, lo construyó con inteligencia e hizo que sus demonios, esos otros ángeles caídos como él, tentaran a los hombres con bienes, mujeres, fama, poder…y habían conseguido que no fueran temerosos de Dios, que no se arrepintieran de lo que hacían y llegaban a su reino para ser castigados.
Pero de repente, los mismos hombres que con tanta facilidad caían en las tentaciones de sus huestes, se volvieron piadosos, se arrepentían de sus hechos, se confesaban y volvían al amor de Dios, desmoronando así su reino que tantos miles de años le había llevado construir.
Llamaron a la puerta, haciendo volver de sus pensamientos a Lucifer.
-Señor, ¿puedo pasar?
-Pasa Lilim, me vendrá bien tu compañía
Lilim se acercó a su señor y le rodeó con sus brazos y sus alas
-¿Seguís preocupado?
-Bien sabes que sí Lilim, aquellas palabras…
-Tú lo has dicho, palabras, tienes las mejores huestes de demonios, los súcubos e íncubos de Asmodeo son mejores que hace miles de años, mis tropas se preparan para salir y tomar unas cuantas almas, incluso ya hay hombres que nos llaman para estregárnosla a cambio de fama, dinero, poder o sexo
-Pero no es suficiente- le dijo zafándose de su abrazo- ¿acaso no lo ves? Cada vez desaparecen más almas aquí dentro, cada vez se arrepienten antes de cometer el pecado y lo buscan a ÉL para limpiar su alma, nos quedamos sin almas y esto irá a más, aunque tú y los otros no queráis verlo.
-Tranquilo mi Señor-le dijo acercándose a él y besándole en la boca-si es cierto lo que decís, entonces debéis subir y tentar a los hombres como hacíais antes, pero no vayáis solo mi Señor, llevaos con vos a vuestros leales demonios y que ellos vuelvan hacer que su espíritu inunde la tierra y los hombres vuelvan a caer en los pecados que les traen aquí.
Lucifer volvió a su trono pensando en las palabras de Lilim, está se acercó a él reptando como serpiente, se volvió a convertir en mujer ahora sin sus ropajes, deslizó sus hábiles dedos sobre el torso de su Señor que la miraba sonriendo, Lilim despojó a su señor de sus ropajes haciendo que su pene ya erecto, apareciera.
Le recorrió con su lengua desde la punta hasta la base, bajando para lamer sus testículos, recorriéndolos despacio con su lengua para volver a subir por su pene, Lucifer suspiraba de placer.
Los labios de ella tomaron su pene, abrazándolo e introduciéndolo despacio en su boca, apretando un poco con sus dientes y succionando suavemente, mientras trataba también de jugar con su lengua dentro, la saliva se deslizaba abriendo camino. Instintivamente Lucifer comenzó a mover sus caderas siguiendo el ritmo que aquella boca tentadora le marcaba, aquella boca que había hecho rendirse a miles de hombres durante tantos milenios.
Pudo observar como su pene entraba y salía, primero despacio, lentamente, haciéndole enloquecer de placer, para luego comenzar a entrar y salir a un ritmo frenético ayudado por los embistes de sus caderas.
Lilim sacó el pene de su boca para colocarlo entre sus pechos y comenzar a masturbar con ellos a su Señor, le miraba descarada mientras él acariciaba sus pechos, pellizcaba sus pezones rojizos y se introducía la punta de su falo cuando se acercaba a su boca.
Lucifer se incorporó y tomó con violencia la cabeza de Lilim que acercó de nuevo a su pene, haciendo que se lo introdujera con fuerza en la boca, provocando pequeñas arcadas a Lilim. Las caderas de su Señor se movían con fuerza sabiendo que se acercaba el orgasmo, Lilim pasó a acariciar los testículos de sus Señor haciendo que éste se excitara más y acelerando el ritmo para que su Señor llegara al eminente orgasmo.
Lucifer estalló en un orgasmo voraz, llenando la boca de su demonia con su abrasador semen que ella tragó hasta la última gota.
Se dejó caer en su trono exhausto de placer y ella sonrió complacida.
-Vete-le dijo secamente
Lilim se sintió algo herida
-¿Acaso no habéis disfrutado?
-He dicho que te vayas- le dijo con voz neutra
Lilim cabreada por el trato recibido se convirtió en serpiente y salió de la estancia.
Mammon observó como salía Lilim, sonríe porque imagina que no ha conseguido del Príncipe lo que ella había planeado
-Es bella y sexy, pero no inteligente- piensa para sí mismo.
Mira hacía los hombres que son castigados en su zona, hay miles de hombres y centenares de mujeres…mujeres, hasta este nuevo milenio no había tenido tantas pero no eran suficientes para él, quería más.
-Señor- un demonio de las castas bajas se le ha acercado- hay un grupo de hombres que intenta huir del castigo, mis demonios no pueden con ellos-Mammon le mira escéptico-conocen ciertas palabras que les hacen retroceder
Mammon se sonríe mirando al grupo del que habla su demonio.
-Son los que han vendido el alma y pensaban que podrían zafarse del trato, llama a Endiol, es quien hace los tratos.
Mammon se acercó a la pequeña reyerta, vio como algunos hombres y mujeres se habían juntado haciendo un coven y relataban varios conjuros que venían en el Grimorio, Mammon comenzó a reír.
-¿De qué te ríes, demonio?
-De vosotros, los hombres, ¿en serio pensáis que esos cánticos hacen algo aquí dentro?
-Intentas confundirnos demonio
-Habla con reverencia cuando te dirijas a mí, mortal, soy Mammon, demonio de la Avaricia y estás aquí porque hiciste un trato con uno de los míos- hizo que aquel hombre se consumiera en llamas, rompiendo el círculo creado por el coven- ¿en serio pensáis que esos débiles conjuros harían algo?, ¿acaso pensabais que podrías romper el trato echo con Endiol? No sois más que absurdas criaturas que pensáis ser dueñas del mundo, pero os equivocáis, los dueños del mundo somos nosotros, los demonios, aguardamos a vuestra debilidad, a vuestros miedos y nos hacemos fuertes con
ellos.-Tomó a una de las mujeres por un brazo, haciéndola salir del círculo y la arrojó al aceite hirviendo- Lo veis, ni esos absurdos cánticos ni nada hará que vuestro trato se rompa…
-Mammon- Endiol había llegado- yo me ocuparé de ellos, siento que estos mortales os hayan perturbado, Señor, no volverá a pasar-se dirigió a uno de los demonios de castas inferiores- Contarme lo que ha pasado
Mammon se alejó de aquel lugar, escuchando a Endiol la explicación de cómo el Grimorio había sido dictado por Lucifer al mago veneciano Antonio del Rabino y como las pequeñas triquiñuelas que el mago creía haber escrito no eran más que falsos conjuros que no hacían nada contra demonios.
Llegó Mammon a la zona asignada a Asmodeo, donde varios súcubos se mostraban complacientes con su llegada.
-¿Vienes a verme a mí, mi señor?
Le dijo una mostrándole sus turgentes pechos, Mammon paró acariciarlos un momento
-Se ven magníficos Esibel- los lamió un momento, saboreo los pezones despacio, recorrió con sus manos las largas piernas de ella y jugueteó en su entrepierna- Esibel, sois sin duda el súcubo más suculento después de Lilim- hizo que su cola terminada en punta se aproximara también a su culo, excitándola todavía más-Esibel sabes que me tienes loco…pero ahora debo hablar con tu Señor, mi hermano
-Sois cruel, mi señor, ¿cómo apago ahora mi fuego?
-Sube a la Tierra y toma a un joven cura
Esibel sonrió sensualmente y entre una nube de humo desapareció.
Se dirigió donde se encontraba su hermano, siempre rodeado de las más exquisitas demonias o los magníficos súcubos, alrededor algunos íncubos torturaban a mortales poniéndoles en una cruz y azotándoles con largos látigos, otros eran fuertemente atados y sodomizados entre fuertes gritos de dolor. Mammon observó a su hermano como elegía nuevos súcubos.
Asmodeo admiraba las mortales que habían caído con sus íncubos, incluso las había que estaban allí gracias a los susurros de sus súcubos para empujarlas a realizar los actos más pecaminosos.
Radël las acariciaba para ver la suavidad de su piel, rozaba con su cola puntiaguda las entrepiernas de ellas para ver lo que tardaban en humedecerse, recorría con sus dedos los labios carnosos y carmesíes para saber que poder podrían ejercitar sobre otros mortales, rodeaba con sus manos los pechos para saber cuantos hombres podrían desearlos y cuando observaba lo excitada que podía estar la mortal con sus caricias, le hacía una señal a su Señor y éste las convertía en súcubos, dispuestos ha hacer caer hasta al más fuerte mortal.
-¡Hermano!- Asmodeo se acercó a él- ¿qué te atrae ha esta zona, mis súcubos, mis demonias, mis mortales…?
-No, quiero hablar contigo sobre lo que el Príncipe nos ha dicho
Se retiraron lejos del resto, Mammon había planeado subir con Lucifer quisiera éste o no y quería que tanto Asmodeo y Satanás, le acompañaran.
-Creo que los mortales de estos tiempos caen más en nuestras tentaciones, son llevados por la lujuria que tus súcubos les producen, sea mostrándose ante ellos o susurrándoles al oído las obscenidades que quieren hacer, caen en la ira continuamente. Les lleva a pelear y matar a sus semejantes, pegar a sus familias, Satanás juega bien sus cartas susurrándoles mentiras al oído sobre las infidelidades de sus amigos o parejas – estudió el rostro de Asmodeo- Los tres, junto con Lucifer, podríamos llenar el Infierno de almas para la eternidad e incluso estoy seguro que sabiendo jugar con nuestras bazas, haremos que ni siquiera puedan limpiar sus almas
-¿Tanto crees poder corromperles?
-Estoy seguro hermano, he estudiado a los mortales, se han hecho más lujuriosos, más violentos, más avariciosos, envidiosos…y mucho más soberbios, creen incluso poder romper un pacto con nosotros, la mayoría de ellos ya están condenados a caer aquí, solo debemos empujarlos.
-Esta bien hermano, te acompañaré.-Asmodeo llamó a uno de sus súcubos y le susurró algo al oído, el súcubo sonrío mirando a Mammon y luego desapareció para regresar minutos después con varias mortales.-Mammon acepta este regalo que te hago, disfruta de estas mortales el tiempo que quieras antes de que sean castigadas eternamente.
Mammon las observó, eran suculentas y ya tenía en mente como poder disfrutarlas.


-Tenéis mi permiso para subir a la Tierra- les habló Lucifer- Id y sembrad el caos entre los mortales, hacerles enloquecer con los pensamientos más atroces, hacerles desear lo que no tienen con tanta fuerza que deban recurrir a nosotros, hacerles ver que el hombre al que desean ha de ser suyo, que la mujer que observan deben tomarla por la fuerza…hacerles venir a mi Reino sin opciones a limpiar su alma.
Los seis demonios sonrieron y salieron de la habitación camino a la Tierra.
-Señor, ¿puedo pasar?
Lucifer le hizo una seña a Lilim para que pasara y vio que venía acompañada de Azdaël, quien ya se encontraba retirando sus pocas vestiduras.



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nos vemos en la oficina

El despertador sonó como todas las mañanas, lo buscó a tientas en la oscuridad para apagarlo, suspiró, restregó sus ojos para ir despertando y pensó que comenzaba otro día de duro trabajo. Notó que su mujer se movía aún dormida, se volvió a ella, la abrazó por la cintura, la besó levemente en el cuello mientras su mano subió hasta uno de sus pechos para acariciarlo.
Se incorporó sentándose en la cama, buscó a tientas sus zapatillas y se levantó para dirigirse al baño; encendió la luz, echó una meada, se lavó las manos y puso el calefactor para ir calentando el baño mientras desayunaba para darse una ducha.
Antes de salir le dio un beso a su hija y otro a su mujer, como hacía todas las mañanas.

La ciudad parecía que no se hubiera acostado, había la misma gente que la noche anterior, el mismo ruido y las mismas prisas, miró su reloj, si no se daba prisa llegaría tarde.
Bajó las escaleras del metro deprisa, agradeciendo esa brisa que siempre había y que en cierta forma lo despejaba un poco más que el café, esperó de pie que llegará el vagón mirando sin ver la estación donde se encontraba todas las mañanas, se encontraban los mismo estudiantes, los mismos trabajadores, los mismos niños que iban a un colegio lejos de sus casas, la misma gente mayor que se dirigía a ver a su médico para hablarle de achaques que ni siquiera tenían…suspiró.
Subió al vagón y se apoyó en la pared, pensaba que si se sentaba se quedaría dormido; en cada estación subía más gente, demasiada gente empezaba a invadir su espacio vital y se sentía agobiado, ya no podía estar apoyado en la pared, se encontraba en mitad de la nada intentando cogerse a la barra para no caer cuando notó un par de pechos en su espalda, miró por encima del hombro y una chica joven se disculpaba, le dedicó la mejor sonrisa que pudo a esas horas y se apartó para dejarlo sitio a ella quedándose justo delante. Más gente, la chica se acercaba aún más a él, casi se apoyaba en él, empezaba a sentir que el culo de ella se le estaba acercando demasiado a su pene que notó como se endurecía, intentó pensar en otra cosa…un frenazo y ella cayó sobre él, otra disculpa, otra sonrisa y su pene ya estaba totalmente endurecido. A ella no le quedó otra que quedarse más cerca de él de toda la gente que había subido al vagón, el traqueteo hacía que su pene rozara su culo levemente una y otra vez, comenzó a observar a la chica y no estaba mal, además no parecía darse cuenta que él estaba totalmente empalmado, otro roce y pensaba que se corría cuando ella le pidió permiso para poder salir a la puerta, había llegado su parada.


-Tengo malas noticias para ti- le dijo con una leve sonrisa Ramírez- te tienes que hacer cargo de las entrevistas de trabajo.
-¡¡ Pero si ni siquiera es mi cometido!!
-Lo sé pero andamos mal de personal en recursos e infraestructuras y ahora mismo tu despacho es en el único que podemos hacer las entrevistas
-¿Sabes todo el trabajo que tengo acumulado?
Ramírez se echó el pelo para atrás como pensando
-Puedo intentar que te den unos días libres por esto si quieres…por la molestia, sin que repercuta en tus vacaciones
Lo sopesó, renegó un poco para que Ramírez no sospechara, suspiró y aceptó, no le vendría mal unos días más de vacaciones. Ramírez le entregó los veinte currículos que tenía que revisar para poder hacer las entrevistas a las 12.00. Todos tenían arriba la hora de la cita para la entrevista, la mayoría eran chicas, algunas tenían un poco de experiencia y otras optaban por su primer empleo pero solo un nombre le llamó poderosamente la atención, tenía la cita temprano y pensó en cambiarla para más tarde, sería a la última que entrevistaría, él mismo la llamó por teléfono para comunicárselo poniendo una excusa tonta pero que sonaba bastante creíble.


A las doce comenzó las entrevistas y empezaba a estar ansioso de llegar a ella.
A las 14.20 Tania le dijo que se iba a comer
-Solo te queda una chica, ¿le digo que pase?
-Sí, por favor, con ella acabo y me voy a comer
Le dijo en una sonrisa
-OK, creo que Pedro y Luís también se bajan a comer así que te quedas solo en la oficina…intenta no prolongarte mucho con la entrevista total al final contrataran a uno de los chicos por lo de la política de igualdad jajaja
Tania se fue cerrando la puerta que abrió ella.
-¡Hola!
-Siéntate y empezamos con la entrevista- le dijo mientras le daba la mano- intentemos no demorarnos mucho porque seguro que los dos tenemos hambre
Ella mostró una bonita sonrisa y él comenzó a comentar su currículo, cosas sin importancia como los puestos que había desempeñado o cursos que había hecho.
-¿Qué tal te defiendes en la informática?
-Bastante bien, se me dan bien los ordenadores y me hago enseguida con los programas que no conozco…creo que eso juega en mi favor.
-¿Sabe moverse en la red?
-Sí
-¿Y que suele mirar en Internet?
-Pues no se…-se mostraba un poco incómoda- lo que todo el mundo, el correo, algún periódico… ¿qué tipo de pregunta es esa?
Él sonrió con cierta picardía e hizo un gesto con la mano para quitarle importancia a la pregunta.
-¿Ha trabajado en equipo?
Le preguntó para desviar su atención y siguió preguntándole sobre su currículo pero ya eran cosas bastante sabidas así que comenzó a preguntarle un poco sobre sus hobbies o que hacía en su tiempo libre.
-¿No se que tiene todo esto que ver con el puesto de trabajo?
-Nos gusta saber si a las personas que vamos a contratar suelen salir a beber, hacer deporte o simplemente si tienen algo de vida social, son cosas sin importancia pero con todo esto sacamos un perfil- mintió
Ella comentó más o menos lo que hacía en su tiempo libre
-¿Suele entrar en foros o chat?
La volvió a descolocar
-La verdad que eso es asunto privado…al igual que saber que hago en mi tiempo libre…-se mostró incómoda y enfadada- creo que vamos a dejar la entrevista aquí, no me siento cómoda y no creo que el puesto sea tan apetecible
Se levantó para marcharse
-No se vaya, discúlpeme pero son cosas que hay que preguntar en una entrevista- volvió a mentir- ya sabe, ponerla en una situación tensa, por favor siéntese…le haré una prueba
Se volvió a sentar aunque se mostraba enfadada
-¿Qué tipo de prueba?
-Hagamos una cosa, pase o no la prueba, la contratamos…quiero decir que haré lo posible porque la contraten, creo que se lo merece puesto que ha reaccionado bastante bien a la tensión.
Le dedicó una sonrisa mientras se levantaba para rodear el escritorio y apoyarse en él, situándose frente a ella
-¿Qué tipo de prueba me va hacer?
Caviló, se echó el pelo para atrás para ponerla aún más nerviosa, la miró a los ojos y bajó por el escote de su camisa donde se entreveía el principio de unos pechos firmes, suaves y redondeados, siguió por su cintura hasta llegar a su falda negra, corta y ceñida, que dejaba ver unas piernas estupendamente torneadas cubiertas con unas medias oscuras pero muy finas que las hacían aun más atractivas.
-Me gustaría ver lo zorra que puedes llegar a ser
-¡¡Está loco!! ¡¡Pienso denunciarle!!
-No lo creo- le dijo tranquilamente-más bien me vas a enseñar lo zorra que eres, se que es lo que te gusta, se que te gusta que te traten así y ahora mismo estamos tú y yo solos en la planta, todo el mundo se ha ido a comer por mucho que gritaras nadie te oiría y seguro que yo les puedo contar una historia mejor que la tuya
Ella se levantó y se mostró bastante indignada, él sólo sonreía y le pidió que volviera a sentarse. Nerviosa caminó por el despacho pero no se decidía a irse, había algo en todo aquello….
-¿Qué quiere que haga?-dijo casi en un susurro
-Lo que te he dicho, simplemente muéstrame lo zorra que puedes llegar a ser, me gusta saber hasta que punto eres una buena puta.
Vaciló, se veía sin salida y se preguntaba si realmente aquel trabajo merecía tanto la pena pero a medida que tenía estos pensamientos, sus manos fueron desabrochando su camisa dejando que él viera un sujetador blanco semitransparente y su terso estómago con un ombligo sugerente. Su cuerpo comenzó a moverse al son de una música inexistente, sus manos comenzaron a deslizar su falda dejando ver una tanga a juego con el sujetador para luego acariciar todo su cuerpo como si de las manos de su mejor amante se trataran.
-Espera- le dijo calmadamente cuando ella iba a quitarse el sujetador- acércate a mí, quiero quitártelo yo y acariciar esas tetas
Se acercó despacio, sugerente, se había olvidado de la situación en la que se encontraba y la lujuria la había invadido. Él la volteó, recorrió con un dedo su espalda haciendo que se estremeciera, desabrochó su sujetador y dejó que cayera al suelo de la oficina, la atrajo hacía él rodeando su cintura y empezando a recorrer su cuello con la lengua, dándole besos, succionando los lóbulos de sus orejas, acariciando mientras sus pechos que iban respondiendo a las caricias, pellizcando sus pezones. Recorriendo con la otra mano su estómago, su cintura, acariciando por encima de su tanga el coño húmedo.
-Quiero ver como te masturbas
Se sentó en la mesa del despacho frente a él que se había acomodado en su silla. Comenzó acariciando sus tetas, rozándolas, poniendo duros de nuevo los pezones, las estrujó, una de sus manos se deslizó hacía su coño. Lo rozó por encima del tanga, acarició su clítoris, echó a un lado el tanga para que él viera su coño, abrió sus labios y tomando parte de sus fluidos siguió acariciándose el clítoris, despacio, arriba y abajo, sacándose ella misma jadeos de placer.
Él empezó a frotarse la polla por encima del pantalón viendo el espectáculo que se le ofrecía, la tomó de sus muñecas y lamió aquel coño húmedo, ella suspiró de placer, succionaba su clítoris, lo lamía, lo mordisqueaba, soltó una de sus muñecas para acariciar su coño sin dejar de lamerlo, le introdujo un dedo que la arrancó un gemido de placer
-¿Te gusta, verdad puta?- ella no podía contestar- Sabía que eras una buena zorra
Le decía mientras introducía una y otra vez el dedo, se levantó para probar aquellas tetas, las lamió, las mordisqueo, jugó con su lengua en los pezones y sentía como ella estaba cada vez más excitada.
-¿Qué más vas hacer?- ella lo miró sin decir nada por la excitación - ¿Acaso no tienes ganas de comerme la polla, puta?
Bajó de la mesa y se arrodilló frente a él, le quitó los pantalones y el bóxer de licra que llevaba, comenzó lamiendo sus huevos desde abajo, despacio, succionándolos y dándoles pequeños besos. Subió con la lengua por el tronco de su polla, jugando en la punta con la lengua para después tragársela entera y sacarla despacio, dejando que sus labios apretaran bien aquella polla. Él tomó su cabeza para llevarle el ritmo, sus dedos se cerraron en su cabello e hizo que se la metiera otra vez entera, le comenzó a follar la boca frenéticamente mientras ella acariciaba sus huevos, jugaba con su lengua en su polla y él seguía llevando el ritmo con su mano.
-Sabía que la chupabas bien zorra...como me gusta lo que me estás haciendo
Entonces hizo que se levantara y la apoyó en la mesa haciendo que su culo se mostrara magnífico
-Ahora vas a saber lo que es una polla de verdad- le dijo acercándosela entre sus nalgas- primero vamos a ver como se siente en tu coñito
Se la metió de una embestida provocando en ella un grito de placer, la tomó de sus pechos para acariciárselos sin perder el ritmo de entrar y salir del coño, sintiendo como aquellas paredes se cerraban alrededor de su polla. Se echó sobre ella para lamerle la nuca, acercó su boca a su oído y le dijo que le se la iba a meter por el culo, ella intentó librarse pero él la aprisionó con una mano en su espalda y con la otra llevaba su polla a la entrada de su culo
-No intentes librarte, zorra, no creo q te puedas librar de esto…además te va a encantar.
Empezó a meterle la polla, despacio, poco a poco para que ella fuera sintiéndola, le oía gemir de placer y le hacía excitarse aún más, se la introdujo entera y ella gritó entre el placer y el dolor.
-¿La sientes zorra?, ¿te gusta tenerla en tu culo?
Le decía mientras se movía dentro de ella, la cogió por las tetas para introducírsela más profundamente y sin sacarla, se sentó en la silla para poder acariciarle el clítoris, lo que hacía que ella se estremeciera de placer. Le estrujaba uno de sus pechos, le acariciaba frenéticamente su clítoris y hacía que le cabalgara sobre su pene. Ella se corrió en un gran suspiró de placer
-Ahora me voy a correr en tu culo
Le dijo mientras le soltaba su leche.
Descansó ella su cabeza en el hombro de él, depositó un beso en su cuello
-¿Te gustó Nerea?
Le dijo al oído en un susurro
-Me encantó Fernando-le dijo dándose la vuelta para besarle en la boca-tengo que irme a recoger a la nena, te espero en casa para cenar, no llegues muy tarde.



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el dominico

Intentaba que sus ojos se acostumbraran a la oscuridad, intentaba moverse lo que le permitían los grilletes, sus oídos captaban los lamentos de otros reos y el caminar del guardia. Intentaba recordar qué habían dicho, por qué había sido detenida, en su mente se agolparon las imágenes…

La puerta abriéndose bruscamente, un oficial gritando su nombre, varios de ellos entrando tirando todo lo que había a su paso, la olla con la comida que estaba haciendo caer al fuego tras ella, el gentío arremolinándose fuera de su casa tratando de saber que pasaba, un puño golpeándole la cara, notando su cuerpo caer sobre el frío suelo, una patada en su estómago, otra en el pecho, la espalda, la cara, ver al dominico sonreír… ¿qué dijo?

Notaba como era levantada del suelo por dos soldados, uno de ellos la escupió, el otro la miró con lascivia, el clérigo se acercó sin dejar de sonreír, se acercó a su oído.

-Te dije que te haría pagar tu pecado- le lamió el lóbulo haciéndola retroceder de repulsión y trayendo a su memoria una voz que creía olvidada-¡¡Berenice de Lampodier, la Santa Inquisición te acusa de brujería!!

La sacaron de su casa bajo el griterío de sus vecinos.

-¡¡Bruja!!

-¡¡Quemarla!!

-¡¡Que arda en el fuego!!

Comenzaron a lanzar objetos, verduras, piedras, una de ellas le alcanzó en la frente e hizo que se desmayara.

La Inquisición…estaba perdida, nadie que hubiera sido acusado de brujería se había salvado, ese maldito fraile, lo maldijo para sus adentros, ¿cuánto tiempo había pasado desde aquellos días?, ¿qué no haría ahora que era inquisidor?, ¿acaso no la había torturado bastante?, ¿acaso no había conseguido de ella lo suficiente?, ¿qué pretendía ahora?

No tenía con que luchar, estaba indefensa ante él, ya había echo que perdiera todo cuanto tenía, desde sus tierras, sus palacios, sus posesiones, su lugar en la corte dejándola como una simple campesina haciendo que se buscara el llevarse algo a la boca…haciéndole trabajar como una más del pueblo…¡¡A ella!! ¡¡A Berenice de Lampodier!! ¡¡Cómo se atrevía!!

Ese maldito hizo que su marido se suicidara intentando huir de él y dejándola indefensa pero que importaba en esos oscuros tiempos una mujer...

-No somos más que objetos.

Se dijo para sí, vio una sombra que se paraba junto a su celda.

-¿Llamas a tu señor el diablo, bruja?-el guardián escupió sus palabras llenas de ira, odio y repulsión-Aquí el diablo no tiene cabida puta, estás en el Palacio de la Santa Inquisición, sólo hay cabida para la misericordia de Dios, tu señor oscuro no te ayudará aquí dentro.

Oyó como se abría la puerta y vio como aquella sombra se acercaba a ella imponente, le propinó una patada en la cara, la siguiente la sintió en su entrepierna, la cogió por los cabellos levantándola del suelo, los grilletes mantenían sus brazos por detrás de su cuerpo y notaba como comenzaban a sangrar sus muñecas, recibió un puñetazo en el estómago pero su torturador no dejó que cayera y siguió golpeándola.

-¿Misericordia de Dios?-susurró

-¿Aún imploras al diablo puta?

La lanzó a la pared donde siguió golpeándola al amparo de la oscuridad y del silencio de los demás reos.

El dominico se sirvió una copa de vino, la mejor botella que había en la bodega, tenía que celebrar su triunfo sobre esa puta, era una bruja, una pecadora, una mujer pensó con desprecio. Bebió acercándose a la ventana, la pequeña ciudad se movía bajo su altiva mirada, se asqueó ante la visión de dos judíos y un moro que paseaban.

-¡Herejes!- escupió.

Un soldado llamó a su estancia.

-¿Qué queréis que se haga con la…?-sopesó como tenía que llamar a la nueva presa

-¿Os referís a la bruja?, ¿a esa endemoniada pecadora?

El soldado afirmó con un leve movimiento de cabeza, el clérigo sopesó que hacer con ella, después de tanto tiempo buscándola no había pensado realmente que quería hacerle… pero daba igual, la tenía bajo su poder y ahora era inquisidor, no un simple fraile como le había conocido hace un tiempo, ahora tenía mucho más poder del que ella podía imaginar, mucho más que la primera vez que la vio…aquella mujer de largos cabellos rojizos, joven, voluptuosa… aquella bruja que le había hecho caer en la debilidad del deseo.

El soldado tosió sacándole de sus pensamientos.

-Por ahora y hasta mi orden, en los calabozos podéis hacer cuanto os plazca con ella, oficial-le observó sonreír con lujuria y recordó como había posado sus ojos en aquellos turgentes pechos cuando fueron a detenerla- lo único que os prohíbo es que pierda la vida, si la pierde…- sopesó la mirada del oficial-pagareis con la vuestra.

Una vez se hubo marchado el oficial se recostó en su silla y recordó a Berenice, recordó la primera vez que la vio.

Se encontraba en la pequeña iglesia, sólo era el fraile en el que el inquisidor general empezaba apoyarse, éste veía pronta su muerte a manos de sus enemigos y en el joven fraile veía la fe en la palabra de Dios, la lealtad hacía su persona y una rabia y un odio hacía los enemigos de la cruz, ya fueran sarracenos, judíos, herejes, adúlteros o mujeres.

El dominico le estaba dando instrucciones al párroco de aquella iglesia de parte del inquisidor general cuando ella entró del brazo de su marido.

La poca luz que entraba en la iglesia se reflejaba en su cabello, en los ojos grises que traspasaron su alma, sus caderas movían suavemente el aire de su alrededor, su cintura era fina como labrada por los ángeles, su cuello largo, blanco…suave para recorrerlo con la lengua y llegar a esos pechos firmes, blancos, voluptuosos, a los que se ceñían sus ropas perfilando unos pezones pequeños, erectos que pedían ser besados, lamidos, mordidos…

El fraile sintió como su cuerpo despertaba ante el deseo carnal, dándose la vuelta le pidió ayuda al santo que le miraba con desaprobación desde el altar mayor; su marido se dirigió al párroco, la volvió a mirar, estaba sonriendo… ¡aquella sonrisa le hizo estremecer de placer carnal!

Durante la homilía no podía dejar de mirarla, sus ojos grises le habían hechizado, su boca se mostraba del color de los corales, carnosa, suave, la veía susurrarle bonitas palabras al oído mientras acariciaba su cuello por el que podría llegar hasta sus pechos para poder acariciarlos, recorrerlos despacio, dibujar una y otra vez leves caricias en ellos, besarlos suavemente, lamerlos sintiendo el sabor de aquel joven cuerpo, aquella cintura le llamaba, aquellas caderas incitaban a su cuerpo a poseerlas, se veía sobre ella, la oía jadear junto a su oído, la oía pedirle más, decirle que le necesitaba, veía como arqueaba su espalda cuando llegaba al orgasmo, como le besaba tiernamente, como le pedía más.

Su cuerpo volvía a estremecerse de placer, volvía a sucumbir bajo el deseo…aquella mujer debía ser suya, pasando a convertirse para él en su obsesión.

Primero lo averiguó todo de su marido. Un noble venido a menos por culpa de las guerras donde había perdido parte de sus arcas, ya hubiera sido jugándose el dinero en apuestas o procurando ir a la batalla como su condición lo exigía. Había perdido también parte de sus tierras malvendiéndolas a otros nobles y en las pocas que le quedaban solo había ancianos o niños que no podían trabajar la tierra, los jóvenes habían huido a las grandes urbes buscando la libertad que allí se prometía. Debía dinero a muchos y comenzaba a buscar remedio en el fondo de una botella, en tabernas de mala reputación, junto a gentes que sólo con mirarles ya te retaban con la espada, junto a mujeres de sonrisa pícara y mano rápida.

El clérigo indagaba sobre la deuda del noble, amenazaba con acusar de herejes a cuantos no le satisfacían en lo que él buscaba, compraba cuanto podía para arruinar al noble, pagaba a los campesinos que aún estaban en las tierras para que quemaran los campos y arruinarlo. En poco tiempo se convirtió en el único acreedor de la deuda.

Averiguó que el caballero se había casado con Berenice por la dote que le proporcionaba la familia, supo que no la amaba y la despreciaba como mujer, esposa y amante. Estando borracho se jactaba una y otra vez de las vejaciones a las que sometía a Berenice.

-La otra noche- relataba entre risas y efluvios del alcohol- la monté como si fuera mi caballo, agarré a la puta de mi esposa por sus cabellos rojizos y se la metí hasta al fondo- se reía- me suplicó que la dejara, ja ja ja, que le hacía daño ¡¡pero ella es de mi propiedad!! Y así se lo hice saber.

El clérigo oía esas palabras desde el fondo de la tasca, oculto a las miradas y odiando al noble por poder poseer a aquella mujer y no ser él quien agarrara sus cabellos o sus pechos.

Sin que ninguno lo supiera se fue acercando a ellos, el marido sabiendo de la posición de él, le abrió las puertas de su castillo intentando ganarse el favor del inquisidor general puesto que esa amistad le podría proporcionar beneficios. Ella siempre se mantenía al margen en sus visitas, por detrás de ellos bordando o leyendo, como bien se esperaba de una mujer, siempre en silencio y si veía que hablaban de política o temas de los que una mujer no debía saber, se retiraba para dejarlos solos.

El fraile cambiaba varias veces la conversación para que ella se quedara y una noche le pidió que les acompañara en la charla.

-¿Qué puede proporcionar una mujer a nuestra conversación?

Dijo el caballero mirando con desprecio a su esposa que con la cabeza gacha ya se retiraba.

-Sólo belleza, ¿qué más se les puede pedir?- le contestó sonriendo- Por favor, acercaos y contarnos lo que estabais leyendo.

Aquella voz le embriagó, era dulce, aterciopelada, le envolvía, le transportaba a un lugar idílico, se la imaginaba una y otra vez susurrándole al oído que le necesitaba, que no podía estar sin él, que por las noches se lo imaginaba a él poseyéndola… el clérigo ardía de deseo. Durante la conversación, ella sólo miraba al suelo, en ningún momento se atrevió a mirarlos a la cara, ya fuera por respeto o por miedo y cuando finalizó de contar su lectura, se levantó para retirarse mirando al fraile a los ojos donde esté creyó ver que le llamaba, le pedía que aquella noche entrara en su alcoba para poseerla, que también le deseaba.

-Buenas noches mujer- espetó con desprecio el esposo sacando de su deseo al invitado.

Perdieron las últimas tierras que les quedaban, ahora sólo poseían el castillo y una gran deuda con el fraile con el cual fue ha hablar el marido en privado para ver si de alguna manera podía pagarle suplicándole clemencia, puesto que sabía que el fraile podría acusarle de tacañería y mandarlo a prisión.

-Hay una forma en la que me puedes pagar- le dijo tranquilamente mientras se acomodaba en su silla- pero no creo que te interese.

-Decirme lo que sea…estoy desesperado

El dominico sopesó su propuesta, era el momento que tanto había ansiado.

-Me interesa una de vuestras posesiones más preciadas- le miró a los ojos escrutando el semblante del caballero que parecía sorprendido- me gustaría convertir en mi…cortesana a vuestra esposa y así os haré libre de vuestra deuda.

-¡¡Jamás, es lo único que me pertenece!! ¡¡ Es lo único que me queda de mi condición de noble!!- dijo el caballero levantándose con violencia, tirando la silla hacía atrás- Antes prefiero morir

-Pues entonces…que así sea.

El fraile por medio de uno de sus esclavos pagó a unos mercenarios para que mataran al noble.

-Mi señor- les dijo el esclavo- sólo os pide que parezca que el noble se mató.

Aquella noche encontraron al noble ahorcado en los establos, una de las esclavas que aún quedaban en el castillo le dio la triste noticia a Berenice que rompió a llorar. Sabía de la cuantiosa deuda por haberla leído en los libros, sumado los pocos ingresos y restado todo lo que debían, puesto que su padre le había dado una educación que no estaba al alcance de las mujeres

-Cómo te irás de mi casa- recordó las palabras de su padre- cuando te cases, quiero que me escribas y me cuentes lo feliz que eres, hija mía.

Berenice sabía de sobra que estaba en la ruina.

-¿Qué será de mí ahora?- dijo entre sollozos

-Señora vuestro padre o vuestros hermanos…

-No, mi padre murió hace un mes- miró a la esclava con tristeza- recibí la noticia esta mañana y mis hermanos están en la guerra que se ha producido en tierras de Oriente, no tengo nada, no tengo dinero por culpa de un mal esposo que prefería gastarlo en otras mujeres y el alcohol, no tengo tierras… nada.

Berenice lloró sin consuelo, la esclava mirada aturdida a su ama sin poder ayudarla o consolarla ¿y qué podía hacer ella?, la esclava sólo pensó en huir de allí.

Berenice se quedó sola con el labriego que se ocupa de los caballos, buscó entre las amistades de su marido para que la ayudaran pero la despreciaron como una mujer que era. Se sentía perdida, confusa y dejada de la mano de Dios, ¿cómo podía permitir ese Dios que ella se arrastrara?

Un día el labriego le comentó que debía irse.

-El hermano de mi mujer tiene un taller en la ciudad- le dijo conmovido por las lágrimas de ella- ha dicho que me dará trabajo y…me pagará, he de mantener a mi familia… debéis comprenderme, mi señora

Le dijo mientras cerraba la puerta del salón sin mirarla, Berenice lloraba desconsolada, entonces llamó el dominico a la puerta del salón.

-Entrar- dijo casi en un leve susurro

-Berenice, en cuanto he oído la noticia he venido a veros- le dijo el fraile acercándose a ella y tomándola por la cintura para levantarla del suelo- mis criados me lo han dicho esta mañana,¡qué disgusto al oírlo!, lo han oído en el mercado- mintió-¿cómo ha podido hacer esto vuestro marido?.No os preocupéis de nada, yo mismo me encargaré que no os falte de nada, ahora mismo mandó al criado que está esperándome en la puerta para que traiga a una de las doncellas que trabajan para mí y os sirva a vos.

Berenice lo miró agradecida, él en aquella mirada volvió a ver el deseo, volvió a verla diciéndole que le deseaba, que no quería doncellas, si no que le quería a él en su alcoba.

Él besó una de sus manos, ¡qué suave era esa piel!

-Dejar de llorar, mi señora, os lo ruego

-Fraile os necesito- la veía decir en su deseo- necesito de vuestras caricias, de vuestros besos, necesito sentiros dentro de mí…fraile os deseo

El joven fraile depositó un casto besó en una de las suaves mejillas de Berenice que está agradeció con una lágrimas.

-Mi señora, yo os cuidaré

El fraile realmente quería cuidarle pero ¿a cambio que pretendía? Bien sabía él que no podía tenerla como cortesana, si el inquisidor general se enterara…le cortaría la cabeza por pecador, ¿entonces que podía hacer? Tenía a aquella dulce criatura bajo su merced como él había soñado, ahora podía hacer lo que quisiera, podía pedirle lo que él quisiera ya que ella estaba sola y no podía auxiliarla nadie, él ya se había encargado de ella.

-Fraile, no quiero telas- volvió a oír la voz melosa de ella- no quiero oro, ni quiero doncellas, lo único que ansío son vuestros besos, vuestras caricias…quiero vuestro cuerpo sobre el mío.

En el fraile crecía el deseo pero ahora que era el momento le podía la cordura… ¿no era eso lo que él había deseado?, ¿no había echo lo imposible por hacer desaparecer al marido?, ¿no había alejado a todos del lado de aquella desprotegida criatura?, ¿no había pagado para que envenenaran a su padre o mandaran a la guerra a sus hermanos?

-Fraile- de nuevo aquella voz de ella llena de deseo- os necesito, necesito que vuestra boca beba de la mía, necesito que vuestras manos acarician mi cuerpo, ¿no deseáis estos pechos?

El fraile ya ardía de deseo y se debatía en él, ¿acaso no era ella quién lo estaba encendiendo?

La besó, la besó con encendido deseo, ella se zafo de él.

-¿Qué estáis haciendo?- le dijo irritada

-Berenice os deseo, sed mía y no os faltará de nada

-¡Marchaos ahora mismo!, ¡no quiero volver a veros!- le dijo empujándole lejos de ella

-Berenice os deseo, os he deseado desde el momento en que os vi

-Yo también os amo, mi señor- aquella voz melosa volvió a dirigirse al dominico que ya era presa del deseo- tomarme

El fraile se abalanzó sobre ella, acorralándola en una mesa y la volvió a besar, ella gritaba, le arañaba, intentaba quitárselo de encima pero recibió una bofetada en la cara y él junto sus manos por la espalda dejándola indefensa

El monje siguió besándola, en la boca, en la cara llena de lágrimas, el cuello que tantas veces había soñado recorrer, ese cuello suave que le llevó hasta los pechos que miró con lujuria, violentamente le arrancó parte del vestido para poder lamerlos, ¡qué sabor tenían!, sus pezones pequeños, redondeados y rosados comenzaron a endurecerse a medida que él los colmaba de caricias con su lengua, los succionaba, los lamía, los chupaba con ansia

-Por favor- le suplicaba Berenice- dejadme

Él siguió lamiendo sus pechos, recorriéndolos como tantas veces había echo en sus sueños, los tomó con su mano, los estrechó, los volvió a besar

-He esperado tanto para esto- le dijo mirándola pero sin apartar su mano de sus pechos- he esperado tanto porque seáis mía y hoy me habéis dicho que también me deseabais

-Por favor-le volvió a suplicar- no os he dicho nada, dejarme y os juró que no le diré nada a nadie

-¡¡¿Qué no me habéis dicho que me deseabais?!!- aquellas palabras hicieron enloquecer al fraile- ¿Acaso cuando os he ayudado a levantaros no me habéis dicho que me deseáis?- la miró enloquecido, le asestó varias bofetadas que dejaron semiinconsciente a Berenice- ¡¡¡¡No sois más que una puta que me hace enloquecer!!!!- le arrancó lo que le quedaba de vestido mientras le gritaba y dejaba a Berenice desnuda ante sus ojos inyectados en locura y deseo-¡¡¡ Os trataré como la puta que sois!!!!

Volvió a besarla los pechos, a recorrerlos con su lengua, se llenaba la boca con ellos, sus manos los apretaban con fuerza haciéndola gritar y descubrió que eso le excitaba. Una de sus manos bajó a la entrepierna de ella, acarició sus labios entreabriéndolos, buscando el botón que haría que ella se excitara y entrara en razón.

Berenice lloraba sin fuerzas, le pedía sin consuelo que la dejara en paz, pero el dominico estaba ciego de deseo. Sintió dolor cuando él le introdujo uno de sus dedos en la vagina y cuando lo movió dentro con fricción.

-Puta se que esto es lo que querías, siempre me lo habéis dicho, siempre me lo habéis susurrado

Ella ya no hablaba, el dolor solo le hacía gritar.

El dominico le introdujo tres dedos más, seguía chupando con fuerza sus pechos, le lamía y mordía sus orejas, introducía su lengua en la boca, acariciaba con la otra mano todo su cuerpo.

-Ahora te voy a dar lo que querías, bruja.

El dominico le abrió las piernas y el introdujo su pene en una sola embestida que la hizo gritar de desesperación y dolor, él se movía con rapidez, haciendo que ella se retorciera de dolor.

-¿Os gusta?- le dijo mordiendo en su cuello

Las embestidas de él se aceleraban, se afanaba en morderle los pechos con fuerza haciéndola gritar de dolor y aumentando su excitación. Aceleró aún más las embestidas hasta que consiguió la culminación de aquel acto.

Cayó sobre ella sin fuerzas, jadeando por el orgasmo y cuando se hubo recuperado un poco se quitó de su lado.

-Sois una bruja- dijo en un susurro, volviendo la cordura a él- si no ¿cómo he caído en el deseo de la carne si no es por brujería?

La miró lleno de odio, de furia y comenzó de nuevo a abofetearla, magulló su joven cuerpo que comenzó a tiznarse de morado

-¡¡¡BRUJA!!! ¡¡Eso es lo que sois!!

Y a medida que la insultaba y la abofeteaba, sintió que su pene volvía a ponerse erecto, el deseo volvía a introducirse en él, la locura le volvía a nublar el juicio

-¿Queréis que os vuelva a poseer?- le gritaba- ¿por eso me habéis embrujado?

Berenice no podía ni moverse ni responderle, el dolor se hacía mella en su cuerpo, un dolor que empezaba a traspasarle el alma cuando sintió como el fraile la tumbaba boca abajo en la mesa, apretando su cara sobre ella y comenzaba acercar su pene a sus nalgas.

-¡¡Esto es lo que queréis bruja!!

Le gritó introduciendo su pene en su ano, un dolor intenso atravesó el cuerpo de Berenice que gritó hasta quedarse sin aliento. Con cada embestida él la insultaba y con cada embestida algo en ella moría poco a poco.

Durante el juicio no había dejado de mirar al dominico que repetidas veces y con fuerza le había violado, recordó como huyó de su castillo, de su casa, tras aquel aberrante episodio. Recordó como se tenía que buscar después un mendrugo de pan para llevarse a la boca mendigando en las ciudades o trabajando la tierra como una campesina.

Le odiaba.

-Berenice, se os condena a la hoguera por bruja

Esa era la sentencia que la condenaba.

Mientras era conducida al patíbulo, la gente la insultaba, ella se mostraba con la cabeza gacha ya no tenía la altivez de la nobleza a la que había pertenecido, buscó con la mirada al fraile que la había condenado, que la había arrebatado su vida, que la había violado, para poder odiarlo.

Cuando las llamas acariciaban su cuerpo, la pupila de sus ojos se estrechó, el iris se volvió amarillo y tomó todo el ojo, le empezó a crecer una cola con la punta triangular, su piel se tornó de color rojizo, en sus encías crecieron colmillos y desatándose del mástil, le crecieron alas demoníacas.

-¡¡Tú, mortal!!- le gritó al dominico- ¡¡tu sitio es en el infierno con los demonios!!


Y entre una nube de amarillo azufre, dominico y súcubo desaparecieron.




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