Dos versiones

Rosa

Estábamos de despedida de soltera, Sara se casaba y quería una noche loca.
Cenamos, bailamos y terminamos en la discoteca donde había un streptease masculino que hizo que nuestras hormonas se disparan, sobre todo con Karim, un negro con el cuerpo del dios Apolo, lleno de montañas que invitaban a ser escaladas y profanadas por una boca ávida de aventura.
Toda la discoteca estalló en grandes vítores cuando salió a escena, contorneándose cual serpiente, atrayendo las miradas de todas las féminas que allí nos encontrábamos, mostrándonos sin pudor todos sus atributos…unos atributos que bien podían alcanzar los treinta centímetros y que más de una boca se relamió pensando en cómo se sentirían dentro de su húmeda cueva y cómo se podría cabalgar sobre tremendo cuerpo.
Al poco de tiempo de acabar el baile de Karim, Sara desapareció, ninguna nos dimos cuenta pero tampoco nos importó pues pensamos que habría ido al baño o incluso a llamar por teléfono a José, su prometido, algo que hacía constantemente. Yo sí que me fui al baño, las copas que había tomado pugnaban por salir de mi cuerpo.
—¡¡Ooohhh!! ¡¡Sí, sí dámelo todo!! ¡¡Destrózame!!¡¡Lo quiero todo deeeentroooo!!
Los escandalosos gritos venían del baño y al abrir la puerta, vi a Sara subida sobre los lavabos mientras Karim le introducía sus treinta centímetros salvajemente.
La cara de Sara era la contemplación del éxtasis de Santa Teresa mientras sus manos arañaban la espalda del bailarín y su boca profería las palabras más sucias, guarras y escandalosas que nunca hubiera imaginado en ella.
—Y por eso el hijo de José es mulato.
—Vaya—me dijo María sorprendida—jamás pensé que Sara sería la precursora de una leyenda urbana.

Karim

La discoteca se llenó de féminas que, o bien celebraban una despedida de soltera o bien simplemente querían un poco de diversión fuera de sus grises vidas.
Karim se preparó su cuerpo a conciencia, impregnándolo del aceite que haría resaltar sus músculos esculpidos durante horas en el gimnasio. No le gustaba nada trabajar de bailarín erótico pero era la única alternativa que había encontrado para pagarse los estudios de derecho.
—En diez minutos te toca, prepárate—le dijo Andrés que era quien les decía a los chicos cuando entraban a escena—La discoteca hoy está llena, tienen muchas ganas de fiesta…¡¡están salidas!!
Karim sonrió la broma, se miró al espejo, miró su miembro flácido, tenía que prepararse para salir y cada vez le costaba más ponerlo erecto. Empezaba hacérsele cuesta arriba tener que excitarse entre sus compañeros, aunque al resto no le costara mucho, él necesitaba más tranquilidad por eso siempre se encerraba en el baño.
Se sentó en la taza, cerró los ojos y pensó en Nafeesah, su mujer, que le esperaba en
Batna. Recordó sus grandes ojos negros, como le miraban mientras ella dejaba caer la túnica blanca que se ponía para sus noches de lujuria, recordaba la suavidad de su piel, sus senos voluptuosos y turgentes, desafiantes a la gravedad. Recordó a lo que sabía su piel, con la avidez que la recorría con su lengua, como perdía sus manos entre sus piernas.
Él se acariciaba, imaginando que eran las expertas manos de Nafeesah o, incluso, sus labios recorriendo su miembro.
Antes de eyacular, se puso el anillo que le haría mantener la erección.
Terminó el baile exhausto, se dirigió a cambiarse de ropa para irse, cuando observó llorar a una chica cerca de los baños.
—Mi prometido está de despedida, como yo con mis amigas…aunque yo no quería esto, no me gustan este tipo de sitios…encima me ha llamado Toni y me ha dicho que José se ha ido con la bailarina…—se sonó con un pañuelo de papel— Yo no sé si es verdad pero ahora mismo…
—No te preocupes, seguro que es mentira—la consoló él sin creerse mucho sus palabras—Ese chico que te ha llamado se habrá equivocado de teléfono…
Cuando él vio sus grandes ojos negros le vino a la mente Nafeesah y no pudo evitar besarla, introducirla en el baño y recorrer su esbelto cuerpo con ansia.
Ella le correspondió, por venganza, por el alcohol ingerido o por lujuria, pero se introdujo en la boca su miembro pensando que en el escenario le había parecido enorme, que nunca había tenido algo tan grande ni en su boca, ni entre sus piernas.
La levantó y la apoyó sobre los lavabos para introducirle su miembro despacio, como le gustaba hacer con Nafeesah, para que el momento fuera lo más largo posible…pero los alocados gritos de ella y la interrupción de una mujer entrando en los baños, hicieron que su miembro se relajara antes de acabar.