La hermosa en orgía

Su talle flexible era una rama que se balanceaba sobre el montón de arena de su cadera, y de la que cogía mi corazón frutos de fuego, mis manos se perdían recorriendo sus piernas, perdiéndome en la suavidad de su piel blanca, pura, sin imperfecciones.
Subía desde ellas hasta su plano vientre, dando pequeños círculos con mi dedo índice en su ombligo, subiendo, acariciando con la uña hasta la voluptuosidad de sus senos.
Tomé uno con firmeza en mi mano, sintiéndolo turgente, lo apreté, lo acaricié, no pude resistirme a saborear esa piel y acerqué mi boca voraz. Saboreé sus pechos como un niño hambriento, escuché sus jadeos que hicieron que mi excitación aumentara. Perdí una de mis manos entre sus piernas y sus caderas se acompasaron a mis caricias.
Ella se hundió en mi cuello, dándome pequeños besos, pequeños mordiscos que entrelazaba con suspiros en mi oído, una de sus manos desapareció entre mis piernas y poco a poco abrió mis labios, buscando el calor que se escondía entre ellos.
Sabíamos que este amor era prohibido pero no podía resistirme a la lujuria que su cuerpo me provocaba, el néctar de sus piernas era la misma ambrosía con que los dioses se alimentaban.
La amaba, amaba como se movía bajo mis caricias, como su cuerpo se estremecía en el clímax, como susurraba mi nombre, como pedía más caricias…

No hay comentarios: