Pecados capitales. lujuria


Fermín miró el reloj, se le empezaba hacer tarde, había quedado a las 14:30 h. con Sofía para comer juntos en la Estación Central, era el único sitio que les venía más o menos igual a los dos y para variar él llegaría tarde.
No le gustaba pero siempre a última hora le requerían para cualquier cosa en la oficina, era lo malo de ser el jefe de una sección, aunque el sueldo no estaba nada mal y podía darse unas buenas vacaciones junto a su esposa y su hijo, darle a este los caprichos que quisiera y salir a cena con Rebeca a los restaurantes caros que tanto le gustaban a ella. Pero le fastidiaba que siempre le hicieran salir tarde y más cuando tenía planes con Rebeca, con los amigos o con Sofía.
Pensó en la cara de Sofía, estaría molesta aunque no le diría nada ya que sabía lo que su trabajo implicaba y aunque ella era la viva imagen de la puntualidad, alguna vez también había llegado tarde a la cita que venían teniendo desde los tiempos de la universidad o quizás antes.
Fermín había perdido la cuenta del tiempo que hacía que se conocían, quizás había sido en el instituto cuando él no era más que un niño acomplejado por su peso y ese odioso acné y ella una chica en la que las curvas empezaban a ser demasiado sinuosas y todos los chicos querían salir con ella, pero todos eran rechazados porque ella esperaba al que realmente con una sola mirada la hiciera estremecer… ¡ay, la adolescencia y sus sueños! Con su ayuda había logrado sacar todo el bachillerato con buenas notas, había superado la fase del acné incipiente y al acompañarla a diario al gimnasio, consiguió deshacerse del sobrepeso, atrayendo a las féminas y dejando que esas hormonas excitadas se pudieran calmar tocando algo de carne o por lo menos que se la tocaran a él.
Fermín paseó su mirada por el vagón, había demasiada gente y se dio cuenta que estaba algo alejado de la puerta, suspiró y empezó hacerse a la idea que tendría que bajar una o quizás dos paradas después de la suya
-Es un hecho-se dijo-llego tarde.
Se apoyó en la pared, miró de nuevo por el vagón, una mirada le atrapó.
Aquellos ojos de color miel le miraban directamente a él, eran duros y fríos, hablaban de vivencias duras o de pertenecer a una persona que había vivido mucho tiempo, hablaban de tiempos remotos, tiempos que el hombre había olvidado o enterrado en lo más profundo de su memoria. Se fijó en la persona a quien pertenecían esos ojos que le tenían cautivo en mares de tiempo, era una joven y Fermín desechó sus pensamientos anteriores, no podía haber vivido tanto tiempo como le decían esos ojos, no tendrían más de 16 años.
Era una joven atractiva, su boca era de color carmesí, sus labios eran finos pero carnosos, su nariz respingona con cierto aire de soberbia, tenía el cuello largo y daba la sensación de ser suave… aterciopelado, llevaba una chaqueta azul abierta con el escudo de algún colegio privado, una camisa blanca con un escote en pico que no mostraba nada pero te hacía asomarte para intentar ver aquellos pechos que redondos, abultados, turgentes y desafiando la ley de la gravedad invitaban a ser tocados, lamidos, succionados, besados…Su pecho subía y bajaba despacio, al ritmo de una respiración calmada, observó como entreabría los labios para dejar escapar un suspiro pequeño
-Bésame- creyó que decía aquel suspiro
Su vientre era plano, su cintura fina y la corta falda de tablas, dejaban ver unas piernas largas de piel suave, fuertes…una mano en su rodilla, ¿quién se atrevía a profanar tan perfecto templo?
Es una mano grande, fuerte, arrugada y con manchas de vejez, apretaba la rodilla como si le perteneciera, la frotaba un poco, suave, de arriba abajo, llegando a la mitad del muslo. Fermín mira a las personas que hay alrededor, ninguna parece darse cuenta, cada una de ellas está en su mundo, la música, un periódico, una conversación banal, ninguna ve como aquella mano está acariciando unas piernas demasiado jóvenes.
Observa al propietario de aquella mano, es un hombre mayor, ¿cuántos puede tener?, ¿60, 70, tal vez más? Le parece repugnante lo que está haciendo con esa niña, pero no puede moverse, no puede dejar de mirar la escena y de querer que sea su mano quien acaricia esa piel.
El viejo le mira, sonríe y sigue acariciando el muslo de la niña, ahora por dentro del muslo, sube aún más la mano, ve como la falda se sube un poco con los movimientos y deja ver por un instante unas braguitas blancas con un dibujo infantil.
Fermín observa a la gente de alrededor de la escena, nadie parece darse cuenta de lo que pasa, todo el mundo sigue a lo suyo y nadie parece ver como ese viejo le está metiendo mano a esa niña. Quiere gritarles que le hagan parar, quiere gritarle a él que pare de tocar a una niña, quiere cogerla a ella y llevarla lejos de él… quiere ser él quien toque esos muslos, quien suba esa falda, quien acaricie esas braguitas, quien besar esos labios, sus ojos, su rostro, su cuello…no puede evitar que su pene se endurezca.
-¿Pero que estoy pensando? ¡Es una niña!
Con un movimiento de cabeza deshecha esos repugnantes pensamientos pero no puede dejar de mirar al viejo que también le mira
-Es muy dulce,- oye en su cabeza- agradece mucho las caricias, tiene unas manos pequeñas que rodean tu pene con delicadeza, su boca es tan suave, tan exquisita, su lengua recorre tu pene con apremiante excitación, te lame, te succiona como si su vida dependiera de ello
-Próxima parada Estación Central
Fermín despertó sobresaltado, miró a su alrededor y no encontró ni a la joven, ni al viejo, había sido solo un sueño, raro, repugnante y algo excitante, al menos su pene era lo que había pensado. Se abrió paso para bajar del vagón y se dirigió a los baños, antes de ir a ver a Sofía necesitaba refrescarse y que aquella erección bajara.

-Lo siento, de verdad que siento llegar tarde
-No te preocupes, hombre- le dijo Sofía dándole dos besos- aunque no te lo creas acabo de llegar, un cliente me entretuvo- se echó para atrás la larga cabellera- quería cambiar otra vez la pintura y el mural que le estamos haciendo en el salón…ya sabes las cosas de la decoración, ven en una revista algo que les gusta y enseguida lo quieren también para ellos-se rió y se cogió de su brazo, dirigiéndole al restaurante-¿y tú, qué tal?
-Ya sabes, las cosas aburridas de la oficina, informes, nóminas, facturas…esas cosas que tanto te han aburrido siempre
-Cada vez me alegro más de haber dejado la carrera y haber estudiado diseño, aunque por supuesto en clase siempre te echaba de menos- apretó cariñosamente su brazo
-Aquello si eran buenos tiempos, ¿eh?
-Sí, por lo menos si no te apetecía ir a clase siempre te quedaba el bar o los parques- volvió a reírse- ¿qué tal están Rebeca y Mario?
-Muy bien, Mario cada vez más grande y se acerca a esa edad problemática que es la adolescencia, miedo me da- se sentaron en una mesa, un camarero se acercó a darles la carta y tomarles nota de la bebida- y Rebeca estresada con su trabajo, nunca termina de desconectar, a veces trabaja en casa por ir adelantando y parece que no lo termina de conseguir.
-Sí, se a lo que te refieres- Sofía paseó su mirada por la carta- Vaya este plato suena delicioso
Llamaron al camarero que les tomó nota
-Y bueno has vuelto a saber algo de aquel chico que me comentaste
Sofía le miró algo desconcertada, pensó y luego sonrió.
-Bah, no era más que un ligue, un par de polvos y luego me cansé
-Jamás llegarás a enamorarte, así nunca me harás tío
Los dos rieron la broma, el camarero les trajo su pedido y comenzaron a comer.
-¿Qué te sucede?, ¿no está bueno?, ¿tiene mal sabor?, de repente te has quedado pálido
Dos mesas más atrás, Fermín vio de nuevo al viejo del vagón con la niña, que volvía a cautivarlo con la mirada
-Es él- dijo en un susurro- no ha sido un sueño
-¿Quién?
Miró a Sofía que se encontraba desconcertada y con un ligero movimiento de mano, disipó aquellos pensamientos de nuevo y sonrió a Sofía para tranquilizarla.
-Nada, olvídalo, es… una tontería.
-Tu acompañante es muy bella- de nuevo la voz del viejo en su cabeza- mucho más que mi niña- Fermín observó otra vez como el viejo tenía la mano en el muslo de la niña- disfrutar de las dos a la vez debe ser excitante y toda una delicia.
Sofía comenzó a relatarle el proyecto con el que se encontraba en esos momentos y lo que empezaba a desesperarle el cliente con tantos cambios.
-Fíjate en ella- le decía el viejo en su cabeza- es muy atractiva, tiene unos labios apetecibles, imagínalos besando los de mi niña, esas dos bocas forcejeando, uniéndose, buscándose, introduciendo sus lenguas una en la otra, rozando sus cuerpos con las manos.
Fermín bebió un gran trago de vino, vio como le retiraban el plato y mecánicamente pidió el postre, notó que comenzaba a tener una erección, aquel viejo no solo le hablaba a su mente, sino que le mandaba imágenes del encuentro que podría ser entre Sofía y esa niña
-Estoy pensando que el café podríamos tomarlo fuera- le dijo Sofía que terminaba su tarta de queso con arándanos- hay una cafetería junto al Kiosco de la música que está muy bien y hace un café soberbio
-De acuerdo, no me parece mala idea
Pagaron la cuenta y salieron del restaurante, Fermín miró por encima de su hombro para observar al viejo que ya no estaba allí, la mesa estaba limpia y no había rastro que allí hubiera habido nadie sentado.

Se sentaron en una mesa pequeña de forja verde, pidieron dos cafés y siguieron hablando de sus cosas pero él comenzó a fijarse en Sofía.
Empezó a perderse en sus curvas mientras esa voz embriagadora le envolvía, resultaba muy sexy con su larga melena que caía suave por su espalda aunque algunos mechones rebeldes se quedaban jugando sobre sus pechos que eran grandes y firmes. Llevaba una blusa color azul que dejaba ver donde se juntaban sus senos, bajabas a su sinuosa cintura para encontrarla atrapada en el talle alto de su falda negra de tubo y donde escondía parte de unos muslos bellos, torneados y bronceados por el sol para bajar por unas piernas largas y seductoras moldeadas en el gimnasio, se perdía en esa escultural figura mientras, mecánicamente, continuaba la conversación.
Comenzó a tener una erección y se sonrió para sí, nunca se había dado cuenta del escultural cuerpo de su amiga, nunca se había imaginado rozar aquella piel de otra forma que no fuera con sentimiento de amistad, nunca había envidiado a los novios de ella por poder besar esos labios carnosos, ella era su amiga…¿por qué de repente se daba cuenta de sus formas?, ¿por qué de repente quería disfrutarla?, ¿por qué de repente se la imaginaba debajo de él pidiéndole más?...
-El viejo y esa niña- pensó- ellos son los culpables de que esté pensando todo esto, pero…-movió la cabeza para desechar sus propios pensamientos- creo que me estoy volviendo loco.
-Fermín, ¿estás bien?
-¿Qué?... ¡Ah, sí, sí, no te preocupes! Por un instante me vino una cosa de la oficina que tengo que hacer en cuanto llegue
Sofía le sonrió
-Vaaale, ya nos vamos- recogió su bolso- pero si no te importa me voy acercar aquellos baños para retocarme, que ahora tengo que ir a ver a un cliente.
Observó como se alejaba, veía como su espléndido culo se movía al ritmo que marcaban sus caderas y notó como su erección iba a más
-Ve a por ella-la voz del viejo de nuevo dentro de su cabeza
-No puedo, va al baño, hay más gente-respondió mentalmente y buscándolo alrededor sin verlo
-Ve, ahora no hay nadie, nadie mira y nadie irá
Un resorte oculto en su mente hizo que Fermín se levantara y se dirigiera a los baños, entró decidido pero mirando que no hubiera nadie, encontró a Sofía en la segunda sala de los baños retocándose frente al espejo.
Por unos minutos sólo pudo mirarla extasiado, veía como aquel pintalabios de color rojo se deslizaba despacio, como recorría aquellos labios que empezaban a martirizarlo y se acercó a ella.
-¿Qué haces aqu…?
No le dejó terminar la frase, la besó con pasión introduciendo su lengua, buscando la de ella, buscando un juego que había imaginado momentos antes, posó sus manos sobre su cintura y la atrajo hacía sí. Ella le siguió el juego como si siempre le hubiera deseado, le dio pequeños mordiscos en el labio inferior, lo recorrió con su lengua, él comenzó a besar su cuello, sus manos subieron hasta sus pechos que acarició a través de la blusa notando como sus pezones se endurecían y comenzó a desabrochar los botones.
Observó excitado el sujetador rojo que llevaba, le dio pequeños besos sobre él y con delicadeza se lo quitó, dejando que sus senos se deshicieran de aquella prisión, los lamió, recorrió con la lengua, jugó con sus pezones, los besó, succionó y mordisqueó, los aprisionó con sus manos mientras volvía a besarla con prisa. Deslizó una de sus manos por su cintura para subir aquella falda, paseó levemente las yemas de sus dedos por los muslos para acercarse despacio a su entrepierna que encontró cálida y húmeda.
Las manos de ella bajaron hasta sus pantalones, abrió la cremallera y dejó salir su pene que estaba totalmente erecto, comenzó a frotarlo haciéndole enloquecer de placer, sus manos se movían al principio despacio, de arriba abajo, llegando a acariciarle sus testículos, le arrancaba profundos suspiros de placer, el movimiento se tornaba cada vez más rápido.
Los dedos de él se habían perdido en la entrepierna de ella, apartando el tanga rojo que lleva le acaricia superficialmente dejando que los labios se abran despacio a sus dedos para pasar a acariciar el clítoris y buscar que ella se rinda al placer.
Llevado ya por el placer, la sube sobre sus piernas y la apoya en la pared para introducirle su pene en una sola embestida, ella apaga un grito en el cuello de él mordiéndole, en cada embestida lleva su boca a chupar los pezones que devora como un niño hambriento de leche, en cada embestida se pierde en el perfume de ella que le embriaga y hace que su calentura aumente.
Al oír un ruido, paran los dos amantes por un momento y bajo el temor de ser descubiertos entran en uno de los baños donde él la toma por detrás para acariciar sus pechos y rozar su pene en su ano. Ella como gata en celo encorva la espalda y ayuda así a la penetración que comienza despacio, dejando que ella se acostumbre al tamaño, notando él como su esfínter le comprime dándole un placer que Rebeca aún no le ha dejado experimentar. Cuando ya nota que todo su pene está dentro comienza a moverse despacio, tomándola de su larga cabellera como si de la crin de un caballo se tratara, le toma uno de sus pechos para atraerla más hacía él, tira más del cabello.
La puerta de repente se abre descubriendo a los dos amantes, ante ellos el viejo acariciándose el pene se presenta
-Chúpaselo- le susurra Fermín al oído
Ella toma entre sus manos el pene del viejo para introducírselo en la boca y darle placer con cada embestida que le de él. El viejo la toma de la cabeza para llevarle el ritmo haciendo que se lo introduzca entero lo que le provoca ciertas náuseas.
Fermín sabiendo se agarra con más fuerza a los pechos de ella sabiendo que su orgasmo se acerca, le acaricia el clítoris a ella para que ella también explote de placer y observa como el viejo también está a punto de estallar.
Entre fuertes sacudidas, Fermín nota que su semen sale y ve como el viejo también se corre en la boca de Sofía.
Los tres jadeando se visten. Sofía sonríe al viejo y le da un beso a modo de gracias.
-He de irme corriendo- le dice a Fermín tras darle un breve beso en los labios
-Te llamaré
Fermín se da la vuelta para preguntarle al viejo quién es pero ya no está, oye como un sms le llega al móvil.
“Al salir del baño no te vi, imagino que te llamaron urgente de la oficina ya me lo contarás la próxima vez. Sofía”


Asmodeo se acerca a la niña del metro.
-El convertirte en su amiga fue una idea muy buena Estrael
-Gracias mi señor- le dice abrazándolo- pero si no le hubiera calentado en el metro conmigo y esas imágenes que le mandaba, creo que no nos hubiéramos hecho con su alma.
Asmodeo le sonríe a su joven súcubo.
-No subestimes a los mortales ni mi poder, lo único que hago es leer sus almas, leer sus pensamientos, incluso los que ocultan en lo más recóndito de su ser, lo que ni ellos mismos imaginan y desean lujuriosamente. Él llevaba años deseando a su amiga pero lo había apartado de su mente escondiéndolo en una zona de su alma… lo único que hoy hemos hecho ha sido darle por lo que vendería su alma a nuestro Príncipe y…
-Es lo que hemos conseguido
-Aprendes rápido joven súcubo- Asmodeo observa a su alrededor- mira, allí hay un hombre dispuesto a vendernos la suya por gozar de un cuerpo como el tuyo, ve a por ella.



La imagen que ilustra este relato pertenece a Marta Dahlig


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