Pecados capitales. prólogo

Los seis demonios se presentaron frente a Lucifer que les había llamado.
-El infierno está lleno de pecadores- habló con voz fuerte- pero también los hay arrepentidos que enseguida desaparecen de sus castigos…necesitamos nuevas almas
Les miró, se encontraban desconcertados, desde hacía milenios los hombres se habían corrompido de una forma o de otra, de diez que se arrepentían y desaparecían, cien nuevas almas llegaban al Infierno aún más corrompidas que las que se habían ido y les alimentaban a ellos, al resto de demonios de las castas bajas, a los súcubos e íncubos, a los que se escondían en la oscuridad, a las huestes de feroces demonios y alimentaban el fuego del Infierno por milenios.
¿Qué preocupaba realmente al Príncipe del Infierno?
-Necesito ascender nuevamente a la Tierra y tentar a los hombres- hablaba caminando, sopesando sus palabras y leyendo los rostros de sus más leales y bellos demonios- los hombres se han vuelto temerosos del Infierno y se arrepienten antes de morir, confiesan a los curas sus más perversos deseos para limpiar su alma, reprimen sus pecados para no caer aquí y se encomiendan a…- titubeó y cayó derrotado en su trono.
-Señor- habló Belphergor- no entendemos porque debéis subir, hay almas suficientes para seguir alimentándonos milenios y los hombres seguirán cayendo en las tentaciones que les mostramos.
-Es cierto mi Señor- habló Asmodeo- mis súcubos han tentado a más hombres de los que podíamos imaginar, incluso han vuelto a tentar a los curas, los cuales hacía centenares de años que no lo hacían y los íncubos han podido tentar a mujeres castas, a mujeres temerosas de Dios e incluso han logrado entrar en los conventos saltando los amuletos que impiden su entrada.
-Los has enseñado bien Asmodeo- Lucifer se levantó de su trono y comenzó de nuevo andar- pero necesitamos más, más pecadores, más almas
-Lleváis razón- Mammon se levantó del asiento donde se encontraba- no hay suficientes almas digan lo que digan mis hermanos.
El resto le miró, sabían lo avaricioso que era y para él nunca sería suficiente, siempre se andaba quejando que los hombres se habían vuelto caritativos con el resto, que daban su dinero a los que no conocían o incluso se levantaban para ayudar a gente de lugares remotos, decía que los hombres ya no eran avariciosos cuando había muchos hirviendo en aceite.
-Señor-prosiguió Mammon-debemos actuar y atraer a más hombres aquí, lo que hay es insuficiente para poder existir durante milenios.
-Bien sabes que no es así-le interrumpió Beelzebub- pero es tu espíritu avaricioso el que habla-vio como Mammon sonreía maliciosamente- Señor, no tenéis porque subir solo, mis hermanos y yo estamos dispuestos a seguirle y ayudarle en esta tarea.
Lucifer se encontraba pensativo, agitado y volvió a caer abatido en su trono.
-Señor-le llamó Leviatán-¿os encontráis bien?
-Sí, no os preocupéis, pensaré en las palabras de Beelzebub y si debéis acompañarme os lo diré, ahora marchad, debo estar solo.
Lucifer sopesó las palabras de Beelzebub y miró como sus leales demonios abandonaban la estancia, se levantó derrotado, caminó hasta los ventanales y observó los castigos a los que las almas eran llevadas llenas de terror, observaba como algunas desaparecían antes de caer en el castigo impuesto ante la incrédula mirada de los demonios de casta inferior y recordaba las palabras de Dios, aquel al que una vez había amado.
-Los hombres se volverán de nuevo piadosos y tu reino, ese al que has llamado Infierno y dices con tanta soberbia que hará desaparecer al mío, se esfumará y los hombres no lo recordarán nunca.
“Los hombres no volverán a caer en las tentaciones que tus demonios les muestren, no volverá ningún hombre a desear nada que no tenga ya, ni desearan a la mujer de su prójimo, ni de acto ni de pensamiento, no habrá avaricia, no habrá envidia, no habrá ira, ni violencia, no habrá tentación ninguna para los hombres y tú, -le dijo señalándolo y haciendo que su luz le cegara- tú, Lucifer, el que fue el más bello de mis arcángeles y al que más amé, desaparecerás de la memoria de los hombres y tu espíritu se desvanecerá en la Nada.”
Temía ahora más que nunca que aquellas se palabras se volvieran ciertas, los hombres habían cambiado, no hasta el punto de no corromperse pero sí comenzaban a ser más piadosos, comenzaron a volverse más humildes, más generosos, más caritativos, más…se habían ido volviendo temerosos, se habían vuelto menos receptivos a las tentaciones que sus demonios les ofrecían y se arrepentían si caían en ellas haciéndoles no ir a su reino.
Su reino, aquel que había construido con calma, con prudencia, lo construyó con inteligencia e hizo que sus demonios, esos otros ángeles caídos como él, tentaran a los hombres con bienes, mujeres, fama, poder…y habían conseguido que no fueran temerosos de Dios, que no se arrepintieran de lo que hacían y llegaban a su reino para ser castigados.
Pero de repente, los mismos hombres que con tanta facilidad caían en las tentaciones de sus huestes, se volvieron piadosos, se arrepentían de sus hechos, se confesaban y volvían al amor de Dios, desmoronando así su reino que tantos miles de años le había llevado construir.
Llamaron a la puerta, haciendo volver de sus pensamientos a Lucifer.
-Señor, ¿puedo pasar?
-Pasa Lilim, me vendrá bien tu compañía
Lilim se acercó a su señor y le rodeó con sus brazos y sus alas
-¿Seguís preocupado?
-Bien sabes que sí Lilim, aquellas palabras…
-Tú lo has dicho, palabras, tienes las mejores huestes de demonios, los súcubos e íncubos de Asmodeo son mejores que hace miles de años, mis tropas se preparan para salir y tomar unas cuantas almas, incluso ya hay hombres que nos llaman para estregárnosla a cambio de fama, dinero, poder o sexo
-Pero no es suficiente- le dijo zafándose de su abrazo- ¿acaso no lo ves? Cada vez desaparecen más almas aquí dentro, cada vez se arrepienten antes de cometer el pecado y lo buscan a ÉL para limpiar su alma, nos quedamos sin almas y esto irá a más, aunque tú y los otros no queráis verlo.
-Tranquilo mi Señor-le dijo acercándose a él y besándole en la boca-si es cierto lo que decís, entonces debéis subir y tentar a los hombres como hacíais antes, pero no vayáis solo mi Señor, llevaos con vos a vuestros leales demonios y que ellos vuelvan hacer que su espíritu inunde la tierra y los hombres vuelvan a caer en los pecados que les traen aquí.
Lucifer volvió a su trono pensando en las palabras de Lilim, está se acercó a él reptando como serpiente, se volvió a convertir en mujer ahora sin sus ropajes, deslizó sus hábiles dedos sobre el torso de su Señor que la miraba sonriendo, Lilim despojó a su señor de sus ropajes haciendo que su pene ya erecto, apareciera.
Le recorrió con su lengua desde la punta hasta la base, bajando para lamer sus testículos, recorriéndolos despacio con su lengua para volver a subir por su pene, Lucifer suspiraba de placer.
Los labios de ella tomaron su pene, abrazándolo e introduciéndolo despacio en su boca, apretando un poco con sus dientes y succionando suavemente, mientras trataba también de jugar con su lengua dentro, la saliva se deslizaba abriendo camino. Instintivamente Lucifer comenzó a mover sus caderas siguiendo el ritmo que aquella boca tentadora le marcaba, aquella boca que había hecho rendirse a miles de hombres durante tantos milenios.
Pudo observar como su pene entraba y salía, primero despacio, lentamente, haciéndole enloquecer de placer, para luego comenzar a entrar y salir a un ritmo frenético ayudado por los embistes de sus caderas.
Lilim sacó el pene de su boca para colocarlo entre sus pechos y comenzar a masturbar con ellos a su Señor, le miraba descarada mientras él acariciaba sus pechos, pellizcaba sus pezones rojizos y se introducía la punta de su falo cuando se acercaba a su boca.
Lucifer se incorporó y tomó con violencia la cabeza de Lilim que acercó de nuevo a su pene, haciendo que se lo introdujera con fuerza en la boca, provocando pequeñas arcadas a Lilim. Las caderas de su Señor se movían con fuerza sabiendo que se acercaba el orgasmo, Lilim pasó a acariciar los testículos de sus Señor haciendo que éste se excitara más y acelerando el ritmo para que su Señor llegara al eminente orgasmo.
Lucifer estalló en un orgasmo voraz, llenando la boca de su demonia con su abrasador semen que ella tragó hasta la última gota.
Se dejó caer en su trono exhausto de placer y ella sonrió complacida.
-Vete-le dijo secamente
Lilim se sintió algo herida
-¿Acaso no habéis disfrutado?
-He dicho que te vayas- le dijo con voz neutra
Lilim cabreada por el trato recibido se convirtió en serpiente y salió de la estancia.
Mammon observó como salía Lilim, sonríe porque imagina que no ha conseguido del Príncipe lo que ella había planeado
-Es bella y sexy, pero no inteligente- piensa para sí mismo.
Mira hacía los hombres que son castigados en su zona, hay miles de hombres y centenares de mujeres…mujeres, hasta este nuevo milenio no había tenido tantas pero no eran suficientes para él, quería más.
-Señor- un demonio de las castas bajas se le ha acercado- hay un grupo de hombres que intenta huir del castigo, mis demonios no pueden con ellos-Mammon le mira escéptico-conocen ciertas palabras que les hacen retroceder
Mammon se sonríe mirando al grupo del que habla su demonio.
-Son los que han vendido el alma y pensaban que podrían zafarse del trato, llama a Endiol, es quien hace los tratos.
Mammon se acercó a la pequeña reyerta, vio como algunos hombres y mujeres se habían juntado haciendo un coven y relataban varios conjuros que venían en el Grimorio, Mammon comenzó a reír.
-¿De qué te ríes, demonio?
-De vosotros, los hombres, ¿en serio pensáis que esos cánticos hacen algo aquí dentro?
-Intentas confundirnos demonio
-Habla con reverencia cuando te dirijas a mí, mortal, soy Mammon, demonio de la Avaricia y estás aquí porque hiciste un trato con uno de los míos- hizo que aquel hombre se consumiera en llamas, rompiendo el círculo creado por el coven- ¿en serio pensáis que esos débiles conjuros harían algo?, ¿acaso pensabais que podrías romper el trato echo con Endiol? No sois más que absurdas criaturas que pensáis ser dueñas del mundo, pero os equivocáis, los dueños del mundo somos nosotros, los demonios, aguardamos a vuestra debilidad, a vuestros miedos y nos hacemos fuertes con
ellos.-Tomó a una de las mujeres por un brazo, haciéndola salir del círculo y la arrojó al aceite hirviendo- Lo veis, ni esos absurdos cánticos ni nada hará que vuestro trato se rompa…
-Mammon- Endiol había llegado- yo me ocuparé de ellos, siento que estos mortales os hayan perturbado, Señor, no volverá a pasar-se dirigió a uno de los demonios de castas inferiores- Contarme lo que ha pasado
Mammon se alejó de aquel lugar, escuchando a Endiol la explicación de cómo el Grimorio había sido dictado por Lucifer al mago veneciano Antonio del Rabino y como las pequeñas triquiñuelas que el mago creía haber escrito no eran más que falsos conjuros que no hacían nada contra demonios.
Llegó Mammon a la zona asignada a Asmodeo, donde varios súcubos se mostraban complacientes con su llegada.
-¿Vienes a verme a mí, mi señor?
Le dijo una mostrándole sus turgentes pechos, Mammon paró acariciarlos un momento
-Se ven magníficos Esibel- los lamió un momento, saboreo los pezones despacio, recorrió con sus manos las largas piernas de ella y jugueteó en su entrepierna- Esibel, sois sin duda el súcubo más suculento después de Lilim- hizo que su cola terminada en punta se aproximara también a su culo, excitándola todavía más-Esibel sabes que me tienes loco…pero ahora debo hablar con tu Señor, mi hermano
-Sois cruel, mi señor, ¿cómo apago ahora mi fuego?
-Sube a la Tierra y toma a un joven cura
Esibel sonrió sensualmente y entre una nube de humo desapareció.
Se dirigió donde se encontraba su hermano, siempre rodeado de las más exquisitas demonias o los magníficos súcubos, alrededor algunos íncubos torturaban a mortales poniéndoles en una cruz y azotándoles con largos látigos, otros eran fuertemente atados y sodomizados entre fuertes gritos de dolor. Mammon observó a su hermano como elegía nuevos súcubos.
Asmodeo admiraba las mortales que habían caído con sus íncubos, incluso las había que estaban allí gracias a los susurros de sus súcubos para empujarlas a realizar los actos más pecaminosos.
Radël las acariciaba para ver la suavidad de su piel, rozaba con su cola puntiaguda las entrepiernas de ellas para ver lo que tardaban en humedecerse, recorría con sus dedos los labios carnosos y carmesíes para saber que poder podrían ejercitar sobre otros mortales, rodeaba con sus manos los pechos para saber cuantos hombres podrían desearlos y cuando observaba lo excitada que podía estar la mortal con sus caricias, le hacía una señal a su Señor y éste las convertía en súcubos, dispuestos ha hacer caer hasta al más fuerte mortal.
-¡Hermano!- Asmodeo se acercó a él- ¿qué te atrae ha esta zona, mis súcubos, mis demonias, mis mortales…?
-No, quiero hablar contigo sobre lo que el Príncipe nos ha dicho
Se retiraron lejos del resto, Mammon había planeado subir con Lucifer quisiera éste o no y quería que tanto Asmodeo y Satanás, le acompañaran.
-Creo que los mortales de estos tiempos caen más en nuestras tentaciones, son llevados por la lujuria que tus súcubos les producen, sea mostrándose ante ellos o susurrándoles al oído las obscenidades que quieren hacer, caen en la ira continuamente. Les lleva a pelear y matar a sus semejantes, pegar a sus familias, Satanás juega bien sus cartas susurrándoles mentiras al oído sobre las infidelidades de sus amigos o parejas – estudió el rostro de Asmodeo- Los tres, junto con Lucifer, podríamos llenar el Infierno de almas para la eternidad e incluso estoy seguro que sabiendo jugar con nuestras bazas, haremos que ni siquiera puedan limpiar sus almas
-¿Tanto crees poder corromperles?
-Estoy seguro hermano, he estudiado a los mortales, se han hecho más lujuriosos, más violentos, más avariciosos, envidiosos…y mucho más soberbios, creen incluso poder romper un pacto con nosotros, la mayoría de ellos ya están condenados a caer aquí, solo debemos empujarlos.
-Esta bien hermano, te acompañaré.-Asmodeo llamó a uno de sus súcubos y le susurró algo al oído, el súcubo sonrío mirando a Mammon y luego desapareció para regresar minutos después con varias mortales.-Mammon acepta este regalo que te hago, disfruta de estas mortales el tiempo que quieras antes de que sean castigadas eternamente.
Mammon las observó, eran suculentas y ya tenía en mente como poder disfrutarlas.


-Tenéis mi permiso para subir a la Tierra- les habló Lucifer- Id y sembrad el caos entre los mortales, hacerles enloquecer con los pensamientos más atroces, hacerles desear lo que no tienen con tanta fuerza que deban recurrir a nosotros, hacerles ver que el hombre al que desean ha de ser suyo, que la mujer que observan deben tomarla por la fuerza…hacerles venir a mi Reino sin opciones a limpiar su alma.
Los seis demonios sonrieron y salieron de la habitación camino a la Tierra.
-Señor, ¿puedo pasar?
Lucifer le hizo una seña a Lilim para que pasara y vio que venía acompañada de Azdaël, quien ya se encontraba retirando sus pocas vestiduras.



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